El termómetro marca 37 grados y la térmica asciende a 42, la ciudad parece hervir. En ese momento, el cuerpo tiene su propia temperatura, de unos 36. ¿Qué podría pasar si este número se eleva casi como el que se registra el mundo exterior?

El doctor Alberto Álvez de Lima, director del Instituto Cardiovascular de Buenos Aires, dividió aguas al respecto: por un lado, el organismo puede sufrir deshidratación, pero también un cuadro de mayor gravedad, el llamado golpe de calor.

Entrevistado en el programa De Tarde en tarde, por radio 2, el especialista explicó: “Los chicos y los mayores de 70 años son los más vulnerables a deshidratarse, pero los jóvenes suelen exponerse a partir de la práctica de deportes y porque muchos, al transpirar suelen rehidratarse con alcohol por lo que hacen más pis y se deshidratan más”. En este tipo de situación, recomendó la ingesta de agua o de alguna bebida rica en minerales.

El golpe de calor, por otra parte, “se produce por la imposibilidad del cuerpo de eliminar el calor por lo que no puede compensarse”, aclaró Álvez de Lima, quien enumeró algunos síntomas: profundo decaimiento, pérdida de conocimiento, altísima fiebre que puede provocar la muerte de no intervenir un especialista a tiempo.

Los consejos para prevenir este cuadro están relacionados con una adecuada alimentación rica en frutas y verduras, evitando alimentos que obliguen al organismo a sobreexigirse en el proceso de la digestión. Además, el doctor destacó la importancia de ducharse durante los días de intenso calor: “Bañarse ayuda pero no hidrata, aunque colabora para mantener la temperatura corporal en 36 grados”.

En relación a los cambios bruscos de temperaturas sufridos al cambiar de ambientes muy fríos a muy cálidos, el especialista advirtió: “Todos esos extremos son malos sobretodo aire y ventilador de techo cuando se duerme. Estos cambios pueden colaborar a los resfríos si es que el organismo está predispuesto”.