Este viernes a las 21, en el teatro La Comedia, Mitre y cortada Ricardone se presenta Malditos (todos mis ex), de Mariela Asensio y Reynaldo Sietecase.

La obra propone una suerte de deconstrucción en la que una mujer cuenta desde el presente su historia amorosa a través de distintas actrices.

Así, recuerda cuando era adolescente, cuando estaba enamorada de un hombre casado y cuando estba separándose de una pareja de larga data.

A su vez, ese desandar de los vínculos afectivos, reconstruye a los hombres de su vida, todos ellos bien distintos y con injerencias diferentes también.

"La obra va pivoteando distintos momentos y trabaja diferentes temas relativos a los vínculos afectivos”, explica la directora y dramaturga Mariela Asensio, en diálogo con Rosario3.com.

Malditos (todos mis ex) cuenta con las actuaciones de Federica Presa, Ariel Pérez de María, Raquel Ameri, Federico Schneider, Marina Lovece, Hernán Herrera y Constanza Molfese.

—¿Son malditos todos los ex?

—(risas) El título es como un juego. Propone eso: jugar con la idea de aquello que no funcionó visto en el tiempo. Creo que, a menos que tengas todo muy resuelto emocionalmente, los ex están relacionados con la frustración y ahí está el tema. Siempre que uno se enamora tiene la expectativa de que eso sea para toda la vida, como un sueño. Y lo que sucede, cuando se termina una pareja, es que eso no sucede.

En todo caso, habría que pensar en grados en ese anhelo

—Es muy difícil cerrar un vínculo y dejarlo atrás, y que eso no te conecte con algo frustrante  Creo que tiene que pasar mucho tiempo o tiene que estar todo muy superado para que el otro no te parezca un maldito. Obviamente que estoy haciendo un trazo grueso, porque uno puede tener un buen vínculo con sus ex. Puede ser un vínculo que quedó en armonía pero me parece difícil amigarse con eso que no funciono. Es difícil volver de una historia que no funcionó.

—¿Cuánto hay de autobiográfico en el texto?

—No es autobiográfico, pero sí autoreferencial. Porque los personajes de la obra no responden necesariamente a personas que yo conozco, ni tampoco la actriz tiene que ver estrictamente conmigo; pero sí, cuando escribo cuento mucho de lo que a mí me atraviesa y me pasa. Y, a partir,  del trabajo te vas distanciando, lo transformás en ficción. Pero el punto de partida es genuino.

—¿Se puede hablar del amor y evitar el tono reflexivo?

—Sí. Y me parece que esa es más una tarea del espectador. Cuando escribo una obra más que bajar línea, pregunto;  genero interrogantes más que respuestas sobre el mundo. Me parece que está bueno poder abrir ideas para que, a partir de lo que ve el espectador, construya su imaginario.

—En la obra sobrevuela lo ambiguo del amor…

—Hay una polaridad en el amor: es algo maravilloso que contiene en sí el germen mismo de la frustración de ese sentir. Y eso es lo maravilloso, que puede cambiar de un momento a otro. Creo que el amor está ligado al dolor. Hay un texto que dice “con el número dos nace la pena”. Me parece que está bueno, porque el amor es lindo, pero también te conecta con el dolor. El amor que planteo en la obra está alejado de la idea romántica. Es contradictorio, visceral.

—¿Cómo llega Reynaldo Sietecase a la obra?

—Cuando estaba escribiendo la obra me parecía que era necesaria una mirada masculina más genuina. Me parecía interesante el hecho de que un hombre intervenga en ese proceso y que se puede generar un intercambio real entre un hombre y una mujer sobre eso que después pasa en escena. Como somos amigos desde hace tiempo y creo que su poesía y mi tenían algo en común, había un sintonía, o invité.

—¿Encontraste variaciones en la mirada de los ex entre unos y otras?

—Creo que el otro lo que hace es abrirte puertas que inevitablemente no ves. Hay un encentro y un desencuentro entre hombres y mujeres que tienen una mirada distinta. Creo que logramos una peligrosidad –en el buen sentido–, que es lo más interesante que tiene la obra. Y lo hicimos a partir de que él es un hombre y yo una mujer