Hace algunos años, las largas colas en los consulados para pedir doble ciudadanía eran una postal habitual. Poco importaba el país al que se fuera a pedir "asilo" siempre y cuando se abriera una posibilidad en el exterior. Con ese objetivo, miles de rosarinos rastreaban antepasados desconocidos y presentaban los papeles para conseguir el doble pasaporte. Algunos lo lograron, armaron las valijas y se instalaron en el exterior. Ese fenómeno tiene ahora su contracara: muchos hijos de argentinos emigrados regresan al país para pedir la doble ciudadanía.

Desde la Delegación Rosario de la Dirección Nacional de Migraciones confirman que el 5 por ciento de las radicaciones otorgadas en Rosario durante todo 2005 y el primer semestre de 2006 pertenecen a personas nacidas en España, Italia y Estados Unidos. No se trata de simples "extranjeros". Se trata de hijos de ciudadanos argentinos que gracias a la doble ciudadanía (italiana o española) emigraron del país después de la crisis de 2001 y ahora, entusiasmados con la presente estabilidad social deciden volver a su patria. Y quieren que sus hijos tengan el pasaporte de su país "de sangre".

“La situación de sus hijos es inversa a la que vivieron sus padres. Tienen nacionalidad europea –italiana o española; Estados Unidos no admite doble ciudadanía, pero también llegan niños de ese país– y ahora sus padres les solicitan la radicación en Argentina mediante el trámite de doble ciudadanía”, explica Mariana García, titular de la Delegación Rosario de la Dirección Nacional de Migraciones y organizadora del seminario Migraciones y Ciudadanía que termina este martes en esta ciudad.

Estudiantes, vecinos y polizones

Pero los hijos de argentinos nacidos en el exterior no son los únicos que piden ciudadanía argentina en la ciudad. Ante los ojos del visitante, Rosario no sólo aparece como una ciudad turística con sitios de interés para conocer, sino un lugar atractivo para quedarse a vivir. Prueba de ello son los constantes arribos de pobladores de otras provincias que se establecen, a veces sin demasiadas previsiones. En su mayoría son chaqueños seducidos por mínimas posibilidades de supervivencia que ahí ven garantizadas y que en sus lugares de origen no pueden conseguir.

También llegan ciudadanos de otros países que se instalan temporalmente en Rosario gracias a becas y pasantías y luego de sienten tentados a quedarse porque la ciudad les gusta. Jóvenes de ambos sexos que viven en hostels locales dicen que la ciudad les resulta “cómoda”, que “el tránsito no es tan desordenado” como en sus países y que dentro de todo “hay seguridad”. Muchos de ellos, en el lapso de la beca han hecho amigos o han formado pareja y les resulta muy difícil irse. Por eso deciden radicarse en Rosario.

Un caso distinto es el de los ciudadanos provenientes de países fronterizos: “En su mayoría son paraguayos, bolivianos y peruanos que se reparten entre la zona urbana y rural, según sus conocimientos y sus posibilidades de inserción laboral”, describe Mariana García.

También hay personas jóvenes que llegan a las costas del río Paraná, sin haber elegido a Rosario como destino. Son los llamados polizones, que escapan de sus países (Ghinea, Liberia, Ghana y otros pertenecientes todos al continente africano) acuciados por el hambre, las guerras y las persecuciones religiosas o políticas.

“Desde el año 2003 hasta la fecha arribaron a nuestras costas alrededor de 25 jóvenes de entre 16 y 23 años que solicitaron refugio para poder quedarse”, dice Leandro Zácari, presidente de la Fundación Migrantes y Refugiados sin Fronteras, que también desarrollará su seminario dedicado al tema durante esta semana.

El trámite de petición de refugio demora aproximadamente tres años, ya que primero el Cetare (Comité de Legibilidad para el Refugiado) debe resolver la petición y luego se inicia el trámite propiamente dicho. Según Zácari, “de los más de 20 polizones llegados en el período 2003-2006, algunos ya son refugiados y otros siguen siendo peticionantes de refugio".