- No puede afirmarse con seguridad que Ariel Zapata y Jairo Patiño sean (o hayan sido) amigos: solo que compartieron algún tiempo en Newell´s, bajo la conducción técnica de Américo Gallego en 2004. Pero si esa convivencia en el plantel leproso, ese continuo encuentro en prácticas, concentraciones, viajes, había generado algún lazo amistoso entre estos dos volantes, en la tarde sabatina de este 24 de noviembre ese lazo se cortó. Todo ocurrió en el segundo tiempo, y el que inició el choque verbal fue el colombiano de Banfield. Jairo se calentó al observar que Pepi apuraba la salida de un futbolista del Taladro lesionado, y corrió los metros que lo separaban del pelilargo rojinegro con la ira reflejada en su no tan agraciado rostro: allí Zapata, que tampoco es un prototipo de belleza masculina (¡allí coinciden!), le respondió a los gritos la actitud patoteril, y si no fuera por la mediación de algunos compañeros, la cosa podría haber subido de temperatura.
- Emocionante fue la bienvenida que le dieron los hinchas de Newell´s al técnico de Banfield. Es que el DT del Taladro es nada menos que uno de los grandes ídolos futbolísticos de la institución del Parque: Juan Manuel Llop. El Chocho, miembro de la generación dorada de jugadores que se cansaron de dar vueltas olímpicas a fines de los 80 y en los tempranos 90, escuchó como si fuera la más dulce de las melodías la ovación de los tres costados rojinegros y en tres oportunidades distintas: al ingresar al terreno, al volver tras el entretiempo y ya con el pitazo final de Beligoy. El Chocho, chocho (¡qué creativo, el que esto escribe!), respondió con los brazos en alto y un gesto de feliz conmoción.
- La ansiedad de los hinchas por brindarle al equipo una despedida del Coloso acorde al amor que sienten por la camiseta, pudo jugarle en contra al club del Parque: es que desde la tribuna que da al Hipódromo se preparó un tributo al equipo con impactantes e innumerables bengalas, que en el segundo tiempo fueron un espectáculo aparte y lograron arrancar un par de lágrimas por la espectacularidad. Pero el que no pensó lo mismo fue el árbitro Beligoy: el juez tomó en cuenta el riesgo que podrían correr los futbolistas si caía alguno de esos artefactos cerca o sobre el rostro de alguno de ellos, y ordenando el alejamiento del área que da a esa cabecera, mantuvo el juego detenido por breves instantes. Cuando todo se normalizó, el árbitro reanudó el partido, aunque se ganó los gritos y la silbatina de la gente por tener el corazón insensible a ese tipo de manifestaciones. Aunque no le dijeron precisamente insensible…
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