Tras convertirse en estrellas mediáticas, los niños que pasaron dos semanas en una cueva de Tailandia aseguraron que su vida ya volvió a la normalidad, entre deberes y exámenes.

Los chicos –cuyo rescate tuvo en vilo al mundo– dialogaron con la prensa dos meses después del operativo.

En el templo Phra That Doi Wao, en la norteña localidad de Mae Sai, respondieron entre sonrisas y bromas las preguntas realizadas por una veintena de medios y a través de la mediación de un psicólogo.

"Todos los niños están bien. Ninguno sufre de traumas o problemas. Este será el último acto organizado frente a la prensa", adelantó el doctor Yongyuth Wongpiromsam, del Departamento de Salud Mental, quien dirigió la reunión, según reproduce la agencia EFE.

"Tenemos una vida normal, muy parecida a la que teníamos antes de entrar en la cueva. No cambiaron muchas cosas", aseguró Natthawut Thakhamsai, de 14 años.

"Solo que tenemos muchos deberes y exámenes", abundó Pornchai Kamluang, "y la relación con los amigos es más cercana".

"Ahora tengo que avisar todo el tiempo a mis padres donde voy", afirmó Donphech Phronthep.

Sin excepción, los chicos siguen jugando al fútbol, aunque admitieron que se tomaron un descanso.

El rescate

Los doce niños y adolecentes, de entre 11 y 16 años, y su tutor, de 26 años, ingresaron a la cueva el último sábado 23 de junio después de un entrenamiento de fútbol cuando una súbita tormenta inundó el camino de salida.

"El nivel de las aguas no dejaba de subir, por lo que nos adentramos para buscar un terreno elevado donde estar seguros. El camino embarrado estaba lleno de obstáculos en medio de la oscuridad", rememoró Ekapol Chantawong, el entrenador de los Jabalíes Salvajes, en el encuentro.

Durante nueve jornadas los desaparecidos resistieron bebiendo el agua que se filtraba por las porosas paredes de la cueva y, a través de las enseñanzas de Ekapol, meditando para ahorrar fuerzas.

"Estábamos seguros de la que la ayuda llegaría. Nos sentimos unidos e incluso excavamos un agujero de unos tres metros" en busca de salida", dijo uno de los jóvenes, Sompong Jaiwong.

Una expedición de buzos localizó a los trece en un terreno seco a más de cuatro kilómetros de la entrada y la operación de búsqueda evolucionó a una complicada misión de salvamento a través de estrechos pasadizos parcialmente inundados y que se completó el 10 de julio.

Aún dentro de la cueva, los chicos conocieron la trágica noticia del fallecimiento de uno de los voluntarios, el marine retirado Samar Gunan.

Al darnos la noticia "nos sentimos confusos. Pero hablamos en grupo y decidimos que al salir de la cueva nos ordenaríamos monjes (budistas) para hacer méritos y honrar la memoria del fallecido", dijeron.

Una vez a salvo, los trece fueron trasladados hasta el hospital Prachanukroh de Chiang Rai, donde fueron sometidos a cuidados intensivos hasta que se recuperaron y fueron dados de alta una semana más tarde.

Once de los niños y el adulto cumplieron su promesa al ordenarse monjes en el templo donde dieron la entrevista. El otro niño, de fe cristiana, también participó en ceremonias de agradecimiento acordes a su culto.