Cada bebé debe dormir las horas que necesita, por eso es difícil establecer reglas sobre cómo debe ser el sueño de un bebé. Sin embargo, los pediatras sí sugieren ciertas normas a tener en cuenta a la hora de acostar al niño o dónde colocarlo para que descanse.

Si bien los papás saben que no resulta razonable esperar que un recién nacido duerma y se despierte en períodos regulares, el sueño de su bebé es un tema que los "desvela" con frecuencia.

Toda mamá sabe que pasará noches de vigilia amamantando o dándole la mamadera a su niño (según cuál sea la forma de alimentación que ella elija), pero esa certeza se vuelve motivo de angustia cuando pasan los días sin que esos períodos de sueño se estiren y la dejen descansar un poco mejor. Sobre todo, cuando se acerca el momento de terminar su licencia por maternidad, en el caso de las mamás que trabajan.

Afortunadamente, existen muchas recomendaciones para ayudar al bebé a adquirir el hábito de sueño y vigilia que terminará igualándolo -con bastante tiempo, claro está- al ritmo "circadiano" del adulto (de veinticuatro horas).

Los bebés recién nacidos tienen un ritmo pautado casi exclusivamente por sus necesidades de hambre (a menos que se sientan molestos por el calor, el frío o la necesidad de sentirse acunados cerca del cuerpo de su mamá, al que extrañan). Con el tiempo y la ayuda de las rutinas irán aproximándose al ritmo del día o ritmo "circadiano".

El comienzo de este hábito reside en distinguir el día de la noche. Por eso, no es buena la costumbre de oscurecer demasiado la habitación y hacer silencio absoluto cuando es la hora de la siesta.

En cambio, habrá que lograrlo cuando se trata de la hora del "tirón largo" de la noche, aunque aún sea pronto para conseguirlo. Los pediatras aconsejan que la lactancia nocturna se haga en penumbras, sin hablarle al bebé y sólo cambiarle el pañal si esta sucio o muy húmedo.

Por el contrario, durante el día, habrá que procurar que tome la leche despierto, hablarle o cantarle, y aprovechar los cambios de pañal y ropa para jugar con el bebé o acariciarlo especialmente. Es cierto que, al principio, es un poco difícil distinguir si el bebé está dormido o no, ya que dormido puede moverse y hacer ruidos y estando despierto puede estar muy tranquilo y con los ojos cerrados.

Pero, dado que un recién nacido duerme entre 16 y 20 horas (aunque este promedio es variable para cada bebé), también habrá que ayudarlo a lograr nuevas maneras de conciliar el sueño, algo que en la panza le resultaba fácil y natural.

Ya en "el mundo de afuera", dormir será un hábito para aprender, y el rol de los papás es importante para esto como para tantos otros hitos de la crianza, lo mismo que su paciencia. Por ejemplo, no es buena idea correr a levantarlo en cuanto se lo oye gimotear o, incluso, llorar. Una vez seguros de que no le ocurre nada preocupante, puede dejárselo unos minutos en el moisés solito, para que vaya acostumbrándose a calmarse solo y no sienta que debe estar todo el tiempo en compañía de su mamá o de otra persona cuando está despierto.

A la hora de levantarlo, es mejor colocarlo en un espacio común, fuera del cuarto de dormir. Inversamente, hay que evitar que la cuna sea lugar de juego donde se lo deja pasar las tardes, ya que esto no contribuye a que el bebé distinga sitios y actividades que se realizan de día y sitios y actividades que son propias de la noche.

Para conseguir estos hábitos, lo mejor es acompañarlos de unas rutinas específicas, que se cumplan a diario. De nada sirve ponerlo a dormir en el cochecito o dejar la cuna sólo para la hora de dormir un día.

Si se decide utilizar esta forma de hacerlo distinguir horarios, habrá que continuar las prácticas con frecuencia. Un consejo habitual es emplear la hora del baño como parámetro, que el bebé incorporará con facilidad. Procurar que éste sea todos los días a la misma hora, aproximadamente.

Hacerlo antes de la comida nocturna puede ayudar a relajarlo y preparar al niño para una lactancia tranquila y un sueño prolongado. No hay que obsesionarse por los horarios –algo que suelen criticar "de fuera" los familiares de la mamá primeriza-; ser flexibles es bueno si se trata de incorporar alguna excepción, pero siempre que sea eso, una excepción.

Algunas veces, atarse a los horarios puede ser contraproducente para el resto del grupo familiar. Sin embargo, el otro extremo de dejar todo librado a cada día para decidir qué hacer con cada rutina, es una señal negativa para el bebé y perjudica el objetivo de que adquiera un buen sueño.

Cuando nace, el bebé duerme junto a su mamá, sobre todo para facilitarle a ella la tarea de alimentarlo por la noche, pero también para resguardar su sueño y hacerle sentir la cercanía materna. Aunque parezca una obsesión estar pendientes de si respira o si hace algún ruido, y muchas mamás decidan por eso llevar al bebé a otro cuarto, esa vigilia atenta es natural, a menudo asociada a los miedos por lo que pueda ocurrirle al recién nacido.

Estos miedos terminan por desaparecer cuando el bebé va creciendo, y el más común de ellos está vinculado con el síndrome de muerte súbita. Gracias a los estudios sobre este fenómeno, el síndrome ha disminuido respecto de las décadas anteriores.

La Sociedad Argentina de Pediatría (SAP) aconseja que los bebés sanos duerman boca arriba, salvo que el pediatra indique lo contrario. Las investigaciones muestran que los bebés de padres o madres que fuman y aquellos cuya madre fumó durante el embarazo tienen mayor riesgo. Por eso, no debe permitirse que ninguna persona fume en la casa, auto o lugar donde se encuentre el bebé.

También es importante evitar que el bebé esté sobreabrigado y rodeado de peluches o almohadones. El colchón en donde duerme el bebé debe ser firme (no hundirse) y no es conveniente colocar una almohada. En realidad, no se recomienda usarla hasta los dos años, aproximadamente. A la hora de taparlo, es mejor no hacerlo hasta la cabeza sino hasta las axilas.

Un consejo es procurar que los piecitos del bebé toquen el borde del moisés o cuna, para evitar que se deslice hacia abajo y termine con la cara cubierta.

Como fomenta la SIDS, una organización que trabaja en el tema de prevención de la muerte súbita, es bueno recordar que toda medida preventiva es válida, aunque se trate de un tema tan difícil para los papás como lo es el peligro de la muerte súbita.

Si se trata de una cuna con barrotes, la separación entre estos deberá ser menor a los 20 cm para que no pase la cabeza del bebé . La altura de los barrotes debe ser de aproximadamente 50 cm. No deberá tener puntas salientes.

Verificar que la pintura de la cuna no contenga plomo ya que es tóxico.
El colchón debe ser duro. Se debe retirar la envoltura de plástico ya que el niño se puede asfixiar con ella. Si se desea colocar un protector para el colchón éste puede ser de plástico pero debe ir bien ajustado al colchón con un elástico. El colchón debe estar forrado de un material fácil de lavar.

Si la cuna tiene diferentes posiciones para colocar el colchón, al principio, cuando el bebé es muy chiquito, puede utilizarse la más alta pero en la medida que el bebé va aprendiendo a sentarse y luego a pararse es imprescindible bajar la altura ya que de lo contrario se podría tirar de la cuna.

No colocar la cuna cerca de una ventana, así se evitarán riesgos innecesarios . Revisar la cuna periódicamente, para asegurarse que no haya bordes cortantes, clavos ni roturas.

Si la mamá cuelga un móvil de la cuna, que quede bien fijo y alto, de esta manera el bebé no podrá agarrarlo. Los juguetes de gimnasia y móviles deben retirarse en cuanto el niño aprenda a sentarse ya que se puede lastimar si al tirar de ellos se le caen encima.

En la historia ha habido todo tipo de respuestas al respecto, lo mismo que de usos y costumbres, y no hay demostraciones que indiquen un efecto peor o mejor sobre las conductas de los chicos, salvo cuando se generan contradicciones entre los papás o en la propia convicción de uno de ellos.

Por eso mismo, la exigencia que tuvo su moda de pasar al bebé cuando cumple un mes (o dos o tres meses) a su cuarto, no existe. De hecho, la SAP viene sosteniendo que hasta los seis u ocho meses, el bebé puede permanecer sin problemas en el cuarto de los papás.

En definitiva, lo más importante es lograr una adaptación armónica del bebé a sus necesidades de sueño, y de esto a la vida familiar. Por eso, cada caso puede requerir soluciones diferentes y únicas, que el pediatra conozca y apruebe.

Fuente: Materna Argentina