Maricel Bargeri

En la voz inglesa boom concurren distintos significados que remiten, con mayor o menor optimismo, a la explosión de algo o a su irrupción inesperada.

La onomatopeya de marras fue el título elegido para una publicación local que apareció en los kioscos sobre el cierre de los ’60. Se trata de Boom. La revista de Rosario.

En consonancia con el título, Boom marcó una ruptura no sólo en la construcción del relato periodístico sino también en su objeto: la ciudad.

El sumario de la publicación, que circuló desde agosto de 1960 hasta junio de 1970, abrió el lente y retrató a la ciudad y sus habitantes en su complejidad cultural: las villas miseria, el Rosariazo, la arquitectura, la noche y las inquietudes artísticas del entonces.

Atravesado por el Nuevo Periodismo y el relativismo de los Estudios Culturales, el equipo de periodistas, fotógrafos, diagramadores y colaboradores contó con nombres –hoy reconocidos– que hicieron, en algunos casos, sus primeras experiencias en el campo periodístico.

Entre ellos se encontraban Rafael Ielpi, Jorge Laborde, Luis Echeverry, Raúl H. Sala, Reynaldo Svend Segovia Roberto Fontanarrosa, Carlos Saldi José Ortuño, Rodolfo Vinacua y Néstor Zapata, entre otros, bajo la dirección de Ovidio Lagos Rueda (Ver: El staff)

Porque todo tiempo pasado merece un presente, La Chicago Editora lanzó Boom. La revista de Rosario, una antología edificada a partir de entrevistas a quienes formaron parte de la publicación, una selección de notas, fotos y dibujos; y la colección de tapas; todo eso permiten asomar al citado mundo de creación colectiva “de acá”.

El libro será presentado el próximo 8 de noviembre en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa, con un panel integrado por personalidades ligadas a la publicación.

En la compilación trabajaron la periodista Julieta Tonnello y el escritor, y también periodista, Osvaldo Aguirre, quien en carácter de editor de libro dialogó con Rosario3.com

—¿Por qué decidieron trabajar en una antología de Boom?

—Por un lado, la idea se enmarca en un proyecto de recuperación de otras publicaciones de la historia cultural y periodística de Rosario. La edición anterior estuvo dedicada a la revista Setecientos Monos, que fue una publicación más literaria. Y por otro, en el hecho de que siempre escuché hablar de la revista y lo que me llamaba la atención era el hecho de que no estaba disponible. De hecho, hay pocas colecciones enteras. Y también la calidad de la publicación, que fue como un ícono periodístico, que había quedado un poco olvidado, más allá de las personas cercanas al proyecto. Por eso me pareció importante rescatarlo y documentarlo, porque además es un proyecto en el que se inició gente muy importante.

—¿A qué le atribuís ese “olvido”?

—No es una casualidad. Me parece que lo que nos cuesta en Rosario es valorar nuestra historia cultural. Tenemos pocos trabajos de rescate y de recuperación de las figuras del pasado y eso hace que estas grandes obras se pierdan o no estén disponibles.

—¿Cuál fue el criterio de selección final del material?

—Afuera de la selección quedaron notas más relacionadas con la coyuntura y también columnas de opinión relacionadas con cuestiones puntuales de la época. También lo que dejamos afuera fueron las notas de política internacional y análisis de política nacional. Y lo que se privilegió fueron las notas sobre la ciudad. El descubrimiento periodístico de Rosario es el eje de la revista. Creo que es lo más significativo de Boom fue crear una nueva agenda, descubrir a la ciudad. Si uno la compara con otras publicaciones que se editaban en ese momento, la diferencia es notable. Y son notas que se aguantan el paso del tiempo porque estaban escritas en el marco de lo que se llama Nuevo Periodismo que hoy es algo común, pero en aquellos tiempos estaba en su etapa de difusión. Boom es una revista absolutamente moderna para su época. Se inscribe en el contexto de una renovación del periodismo argentino que está relacionada con otros semanarios que se publicaban en la época (Primera Plana) y que el impulsor de esa decisión fue el director Ovidio Lagos Rueda.

—A diferencia de esas publicaciones, como Primera Plana, Boom tuvo una edición mensual

—Tuvo una buena repercusión y el algún momento se pensó en un alcance nacional. Tenía muchos anunciantes. Incluso, desde la primera publicación que abordaba la cuestión judía en Rosario ("Judíos en Rosario: ¿un grupo segregado?") hasta la última que por ejemplo habla de los homosexuales en la ciudad (N° 18: “El homosexual en Rosario”) o la pornografía (N° 16: “Los rosarinos y la pornografía”), Boom se caracterizaba por ahondar en esas cuestiones prohibidas, o que el periodismo se prohibía por entonces.

—Más allá de la circulación, ¿Cuál fue la respuesta de los lectores?

—Me resultó muy significativo leer el correo de lectores, porque ahí uno ve cómo impactaba. Había opiniones muy a favor y muy en contra. Era una revista que provocaba.

—A juzgar por las notas y los sumarios, Boom fue una publicación local con una mirada cosmopolita.

—Era una revista que hacía mucho eje en lo local pero no era provinciana, estaba preocupada por presentar a la ciudad en el marco de las grandes transformaciones que atravesaban al mundo en la época. Por otro lado, es significativo que la revista no hay sido una isla, sino que estaba asociada con otras expresiones y movimiento culturales que se estaban dando en Rosario en la época. Boom los reflejó mucho en sus páginas y  les dio mucho espacio. Por ejemplo, todo el movimiento de la vanguardia artística, por un lado, y por otro, el movimiento estudiantil. No es casual la extensa crónica que le dedica al Rosariazo. O a los movimientos dentro de la Iglesia. Y muy frecuentemente toma partido, y cuando lo hace, se inclina por el cambio, por las rupturas, y en esas adhesiones es que Boom expresa su voluntad de cambio

—Boom fue, si es posible la analogía, como una suerte de Beatles del periodimo rosarino: estaban Lennon, McCartney, pero también George Martin.

—El papel de Ovidio Lagos Rueda fue importante. Quienes trabajaron con él lo recuerdan como un tipo que habilitaba, que era el director, pero que dejaba hacer. Y era una revista con mucha producción. En un momento, lo mandaron a (Rodolfo) Vinacua a España para entrevistar a (Juan Domingo) Perón o a (Rafael) Ielpi a Bolivia para cubrir un golpe de Estado, Y además, hay un trabajo de investigación importante. Con algunos temas por ejemplo, Boom pone a varios redactores atrabajar en él. Como el informe sobre las villas miseria en Rosario que, creo, es uno de los primeros del tipo en la ciudad. (N°7: “Villas de emergencia. El cinturón de la miseria”). En el informe sobre la noche en la ciudad, hay muchas voces y uno tiene la sensación de que son voces no escuchadas o no investigadas por el periodismo y que ahí sallen a luz.

—¿Quién era el lector?

Se dirigían a un lector informado, culto, con poder adquisitivo, que también se refleja en los anuncios que tenía la revista.

—¿Qué características tuvo el diseño?

—El diseño tuvo dos etapas. Un primer momento, con José Ortuño, que venía de la biblioteca (Constancio) Vigil y de publicaciones del colegio de arquitectos, que era más despojado. Y en el segundo año, lo toma (Roberto) Fontanarrosa y ahí ya tiene algunos cambios. En una primera etapa, las notas de tapa eran muy extensas. Y en el segundo año, comenzaron a ser más breves. Eso hizo que tuvieran lugar más secciones. Entonces, la revista daba la impresión de ser más variada. Además, las primeras tapas fueron dibujos de Fontanarrosa, y después se cambió y se pasó a la foto o al fotomontaje.

El staff

Ovidio Lagos Rueda fue el director e impulsor de Boom. Rodolfo Vinacua, el Jefe de Redacción.

El equipo de periodistas y colaboradores con mayor permanencia estuvo conformado por Rafael Ielpi, Jorge Laborde, Héctor Bonaparte, Jaime. S. López, Juan Martini, Graciela Querzola, Luis Echeverry, Raúl H. Sala (a cargo de la corrección), Cara Bermant, Margarita T. de Saldaño, Reynaldo Svend Segovia y Néstor Zapata

José Ortuño fue jefe de diagramación hasta el ejemplar N° 14, luego reemplazado por Roberto Fontanarrosa. También colaboró en la sección Gregorio Zeballos.

Carlos Saldi estuvo a cargo del departamento fotográfico.