A seis días de la inauguración del Mundial de fútbol en San Pablo, la capital económica brasileña vivía una jornada caótica y la Policía Militar reprimió a manifestantes que destruyeron dos estaciones de metro por el paro realizado por los trabajadores del sector.

Desde hace semanas Brasil enfrenta una ola de huelgas y protestas que amenazan con complicare aún más la ya complicada organización del Mundial, que viene con retrasos varios.

La huela de los trabajadores del Metro de San Pablo se convirtió en acaso el golpe más grave, pues todo se organizó para que el acceso al Arena Corinthians sea través de esa vía de transporte ya que si el tránsito vehicular está normalmente colapsado en la ciudad la situación se agravará aún más para una convocatoria como es la apertura del Mundial.

Llegar desde el centro al estadio en Metro lleva, en cambio, media hora. A 300 metros de la cancha se construyó una nueva estación, Itaquera, desde la que se accede directamente al estadio Arena Corinthians.

Itaquerao fue, justamente, una de las estaciones atacadas por los manifestantes, junto con la Ana Rosa, en el marco de lo que la presidenta Dilma Roussef definiò como un “malhumor inexplicable” en Brasil.

Allí, justamente, se centró la represiòn de la policía, que buscó ayudar a garantizar que los trabajadores que quisieran trabajar pudieran hacerlo.

Ayer, la huelga –dispuesta por tiempo indeterminado– provocó un total caos de tránsito en toda la ciudad. Se calcula que fueron 209 kilómetros de demora lo que causó un malestar en toda la población. Este jueves no empezó mejor.

El sindicato que representa a los 9.800 trabajadores del metro de San Pablo declaró la paralización a partir de este jueves tras rechazar el aumento salarial del 8,7% ofrecido por la operadora del sistema público de transporte y exigió un reajuste del 16 por ciento. Anoche, decidieron extenderlo por 24 horas más, lo que provocó la reacción de las autoridades que intenta garantizar el servicio.