Cerca de 40 mil ´´guerrilleros´´ ansiosos de fiesta y diversión revivieron en la localidad de Buñol la tradicional ´´Tomatina´´, una amistosa batalla en la que se emplearon como únicos proyectiles más de 110 toneladas de tomates maduros.

Como cada último miércoles de agosto desde hace 61 años, esta pequeña localidad de la provincia de Valencia, en el este de España, recibe la visita de decenas de miles de turistas procedentes de todo el mundo que acuden para sumarse a esta singular fiesta, que cuenta ya con un apartado propio en los catálogos turísticos.

Además de los vecinos de Buñol y su comarca, que se vuelcan en la organización de esta peculiar batalla, no es difícil encontrar en las calles de esta población a viajeros llegados desde Japón, Corea, Bélgica, Australia, Estados Unidos, Canadá, Italia, Francia o Alemania.

En apenas una hora, absolutamente todos los participantes, y también aquellos que se atreven a asomarse por alguna de las ventanas desde las que se contempla el espectáculo, sufren las consecuencias del paso de cinco camiones volquete cargados hasta los topes con tomates ´´perita´´.

La cooperativa encargada de abastecer de tomates a Buñol para la Tomatina es responsable también de seleccionar únicamente aquellas hortalizas maduras aptas para ser lanzadas, aunque obviamente siempre se suele colar alguna que otra pieza verde, cuyo impacto resulta menos agradable.

Según comentó la concejala de Fiestas, Feria, Cultura y Deportes, Pilar Garrigues, ´´la gente recibe varias recomendaciones antes de iniciar la batalla, por lo que, dentro de lo que cabe, suele reinar el sentido común a la hora de no hacer daño a los demás´´. Existe un amplio dispositivo de control tanto dentro de la propia Tomatina, a cargo de voluntarios, como en las inmediaciones por parte de la Policía Local y Protección Civil para evitar que se introduzcan envases de vidrio u objetos cortantes.

Aunque existe cierta polémica en torno al origen de esta fiesta (1945), declarada de Interés Turístico en 2002, la historia más difundida cuenta que fue un grupo de amigos quien inició una batalla de tomates en la plaza del pueblo al paso de un desfile de gigantes y cabezudos. De hecho, esta conmemoración no estuvo oficialmente permitida hasta 1959, y su organización no recayó en manos municipales hasta 1980.