Txt: Virginia Giacosa / Video: Lisandro Machaín
El cierre de las salas tradicionales de cine y la proliferación de las grandes pantallas en los shoppings y complejos multisalas, la temática que abordó la inolvidable película italiana Cinema Paradiso, incentivó la concentración del negocio del cine en pocos actores. Y siguiendo la misma línea del filme de Giuseppe Tornatore anoche se apagó la pantalla del cine El Cairo, de Santa Fe y Sarmiento, la única sala tradicional que aún seguía en pie en Rosario. Aunque se prevé que en el lugar no se instale ni una playa de estacionamiento, ni una iglesia, ni un supermercado, y ya se planea realizar un centro cultural que estará comandado por los poderes provinciales y municipales y servirá para la difusión del cine argentino y latinoamericano, la noche no se vivió como un festejo sino como un duelo.
Con una sala casi llena y una fila de espectadores que esperaba en la puerta para poder entrar, una postal que hace por lo menos 20 años no se veía en esa cuadra, el cine El Cairo abrió anoche a las 21 por última vez para despedirse con una función gratuita dirigida a los rosarinos. Así, los espectadores llegaban y en un rito que no incluía el paso por la boletería se formaban para pasar.
"Es como la película Cinema Paradiso, pero con un final mejor", dijo con los ojos acuosos, Daniel Grecco, gerente del Complejo Monumental que hasta anoche se hizo cargo del cine El Cairo. "Es que mientras en la película de Tornatore el cine se dinamitó acá se despide con cierto esplendor con una función para todos los rosarinos", expresó Grecco, que anoche fue el encargado nada más y nada menos que de encender el proyector por última vez. Además, el gerente del complejo de cines se mostró expectante con el futuro del lugar cuando pase a manos de la provincia y el municipio para hacer un centro cultural.
"El operador no quiso dar la última función y lo haré yo. Es que nadie quería trabajar hoy. Por un lado, será algo especial pero no dejo de sentirme triste", añadió. Aunque la noche estuvo signada por la sensación de despedida en muchos corazones que llenaban la sala se sentía la expectativa centrada en que la provincia comience el proceso de expropiación aprobado por ley que le permita reabrir como centro cultural el antiguo cine.
El cierre de la emblemática sala comenzó hace más de un año, cuando la Sociedad Exhibidora Rosarina (SER) puso en venta el inmueble art decó que, desde hace 62 años, ocupa el cine en Santa Fe 1120.
Los amantes del séptimo arte y asiduos concurrentes al cine de Santa Fe al 1100 conformaron la Asociación Amigos de El Cairo, pero recién en octubre pasado la Legislatura aprobó el rescate de la sala y estableció la creación de un complejo de edición y producción audiovisual.
La última noche
El público, lo suficientemente heterogéneo, fue copando de a poco la sala. Vecinos del lugar, viejos cinéfilos que concurrían cada semana a la sala conformando grupos de espectadores de no más de cinco personas para cada función y jóvenes que nunca habían pisado el lugar pero no quisieron perderse la última imagen del cine que aún conserva rasgos de la arquitectura art decó y exhibe alrededor de la pantalla relieves de palmeras, frutos y otros motivos naturalistas realizados por el escultor Pedro Cresta que se suman a ondas marinas iluminadas con neón azul que parecen correr a los costados de la sala.
Anoche no se sacaba entrada para poder ver la película Vitus que era la última que se proyectaría en el espacio. Sólo se hacía una fila por orden de llegada para poder pasar. Lo que no faltaba era el acomodador histórico de la ciudad y el único vivo en el país: Roque. Roque estaba como todas las noches en su puesto, cortando el boleto simbólico que anoche no tenía precio y recibiendo la propina, pero ayer de a ratos se le piantaba un lagrimón.
"Siento tristeza por todo esto y aún no lo puedo creer", lanzó mientras recibía al público con un beso, un abrazo o un estrechón de manos. Y no perdió oportunidad para criticar a los rosarinos que durante todos estos años ni asomaron su nariz a la sala. "Me da bronca que todos vengan hoy porque es la última noche. De haber venido antes se hubiera salvado El Cairo", dijo masticando bronca. Y añadió: "El público de estos años fue en un 90 por ciento de mujeres, para ellas hoy habrá un beso y un buen saludo por todo este tiempo compartido. Para ellas el agradecimiento".
Con la misma postura de cada antesala de proyección, Roque, anoche era todo un anfitrión, tal como a él le gusta definir su labor de acomodador. "Uno tiene que recibir a la gente como a las visitas, darles un saludo, ubicarlas en un buen lugar, atenderlas en lo que sea necesario y por último saludarlas y preguntarles cómo se van. Si no, no se es acomodador", explicó.
Es que sin duda la labor del acomodador se convirtió en un oficio en extinción al paso en que fueron desapareciendo las tradicionales salas de cine. "No quedan muchos acomodadores ya y quizás después de acá me vaya a trabajar a algún complejo, aunque ahí no se haga esto, ésto viene conmigo y lo voy a seguir haciendo como aprendí toda mi vida", lamentó con cierta nostalgia Roque, mientras apagaba, como todas las noches, pero ayer por última ve. las luces verdes de neón que cuelgan de la entrada.



