El saber popular relaciona la calvicie con la virilidad. La sentencia viene asociada a la probable presencia de niveles más altos de testosterona en ellos que en el resto de los hombres, un dato que aumentaría su potencia sexual.
La teoría, a diferencia de otras excusas como “lo bueno viene en envase chico”, tiene una base histórica. Tanto Hipócrates como Aristóteles, habían señalado la relación entre testoterona y calvicie.
Sin embargo, en 1960, el médico James B. Hamilton, estudió a veintiún chicos a los que habían castrado. En ese entonces, era una práctica que se aplicaba cuando los niños eran diagnosticados con problemas de conducta o mentales.
El médico les hizo seguimiento, a algunos de ellos hasta los dieciocho años, y no encontró signos de que estuvieran desarrollando el patrón masculino de la calvicie a medida que crecían.
Por otro lado, los hombres de la misma edad que estaban intactos, y por ende produciendo testosterona, ya tenían entradas, señala el informe de la BBC.
Los altos niveles de testosterona pueden resultar en calvicie, pero el hecho es que el nivel es irrelevante, mientras haya alguna cantidad de la hormona presente.
De este modo, no es la cantidad de la hormona circulando en el torrente sanguíneo lo que dicta la calvicie, sino la genética. Esta disposición está relacionada con el hecho de que los folículos pilosos se vuelvan particularmente sensibles a diminutas cantidades de testosterona.
Aún no se entiende completamente el proceso, pero involucra a una enzima que convierte a la testosterona en una sustancia llamada dihidrotestosterona, que causa que los folículos pilosos de algunas personas se reduzcan y posiblemente interrumpan el suministro de sangre y nutrientes.
Los calvos, por culpa de la genética, están predispuestos a ser más sensibles a la dihidrotestosterona. La barba en cambio, es un caso distinto. Éstos folículos no se ven afectados por ninguna hormona y por ello sigue creciendo.