Sabrina Ferrarese / Javier Di Napoli

Hay rincones que imprimen su esencia a la ciudad, espacios que la gente se apropia dándoles un sentido de brújula, de referente urbano, de punto de partida y de llegada. Rosario posee tantos rincones especiales como necesidades de encuentro y de reconciliación, de pelea y sinceridad, de amigos y buenos tragos. Uno de ellos es La Buena Medida, un bar que los rosarinos eligieron y que frecuentan distintas generaciones, un rincón que de no mediar solución, cerrará sus puertas el 31 de enero próximo.

La noticia fue confirmada por los dueños y por los mozos del lugar: Antonio, con 21 años de servicio en el lugar, y Luciano, quien desde los 17 años trabaja allí. “Ya nos dijeron que la explotación del bar está en venta y que hay un interesado. Prácticamente nos tendríamos que ir el 31 de enero, me estoy despidiendo después de tantos años, pero no sé cuál va a ser mi futuro acá”, expresó Antonio, en diálogo con Radio 2.

Luciano tampoco conoce su destino y asegura que no sabe cómo va a seguir su vida sin La Buena Medida. “Prácticamente me crié acá, conocí mucha gente buena, que después vino con sus hijos al bar. Es una vida entera en este lugar y con 41 años tengo miedo de empezar de nuevo”, aseguró emocionado. De acuerdo a su testimonio, un grupo de arquitectos se hizo presente en el lugar para delinear las modificaciones que va a sufrir el espacio.

Por su parte, Pablo Luise, hijo del dueño Miguel, no quiso prestar declaraciones pero off de record reconoció que las negociaciones por el lugar estaban "avanzadas" y que los nuevos propietarios serían particulares de capitales rosarinos. Además, negó que el 31 de enero sea la fecha final del bar. En cuanto al destino del bar, señaló que habría una suerte de acuerdo para conservar a los empleados e incluso al clásico nombre, pero prefirió no dar más precisiones. 

Para los clientes del bar, la noticia fue un baldazo de agua fría. Juan Carlos, un taxista con 35 años de profesión, no deja pasar una tarde sin visitar La Buena Medida y ver a los amigos en medio de un cafecito. “Es una tristeza muy grande, es todo una vida la que hemos hecho acá, las anécdotas de cada uno, la cantidad de amigos que llegamos a conocer”, enumeró con nostalgia. “Remodelarlo va a implicar la pérdida de gente, de clientes que nos quedamos sin nuestro punto de reunión. La Buena Medida es inolvidable”, determinó sin ocultar la desazón que le produce la noticia.

La Buena Medida, testigo infranqueable de las modas

Su impronta de bodegón, con los precios deletreados en molde sobre la pared, sus ventiladores de techo girando lentamente a la luz de los tubos fluorescentes, con la única música de fondo de la charla, son algunas de sus marcas.

La historia de la Buena Medida nace en los cincuenta, cuando la ciudad estaba aún a la sombra de la Capital, siguió con su propio estilo en los noventa y sobrevivió los primeros pasos del nuevo siglo, cuando los bares rosarinos se renovaron a la luz del minimalismo, con poca luz y despojadas paredes. Como testigo infranqueable de las modas, el tradicional bar siguió su destino de caras conocidas, gente humilde tomando café junto al perro, intelectuales rodeando un plato metálico con maníes y jóvenes con aires “hippies” bebiendo cerveza a la noche.

Otro rincón de la ciudad será reemplazado por las necesidades de la modernidad y el turismo, permitiendo a la ciudad contar con un nuevo lugar que atienda a las demandas de comodidad, higiene y buen servicio que guían al mercado. Sin embargo, muchos perderán la brújula y andarán a tientas esperando que Lucho o Antonio, traigan el porrón y prendan con desgana el televisor que por la pantalla arroje un rojo fuerte de placa de Crónica.

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Antonio, uno de los mozos, y un cliente, hablaron en Radio 2