La sonrisa y la imaginación suele ser buenos acompañantes para sobrellevar el dolor ante problemas de compleja solución. Pero siempre existen personas que encuentran, en medio de la tristeza, a la alegría como motor de vida y de liberación.

Es el caso de un grupo de rosarinos que integra la organización sin fines de lucro, El arte que ayuda a curar, que consiste en pintar espacios de pediatría de hospitales para devolverle a los niños “la magia que traen desde el nacimiento”.

Este grupo de rosarinos ya pintó el Hospital de Niños Víctor J. Vilela y el Juan Bautista Alberdi, entre otros. Y ahora, fue invitado por el gobierno de Santiago del Estero para pintar un hospital de La Banda, la ciudad más habitada de dicha provincia.

“Los espacios donde se recuperan los niños están despojados de la magia que ellos tienen.” 

En diálogo con el programa Radiópolis (Radio 2) que conduce Roberto Caferra, la impulsora de la iniciativa, Elizabeth Aguillón, contó que la idea “tiene que ver con la transformación durante el proceso de cura” y que no viene a reemplazar a la medicina sino a “acompañarla”.

“Los espacios donde se recuperan los niños están despojados de la magia que ellos tienen. A raíz de una experiencia personal empecé a pensar cómo armábamos su mundo en los espacios pediátricos. Era como llevarles su dormitorio para que se les haga más fácil”, precisó.

A veces cuesta llevar a cabo una idea. Pero lo importante está en no abandonarla ante la imposibilidad de plasmarla. Y eso fue lo que hizo Elizabeth con su convicción.

“Costó muchísimo que nos abrieran las puertas para que podamos pintar porque el sistema de salud contempla el diagnóstico y el tratamiento, pero en el medio hay un abismo. Por suerte las puertas de los hospitales rosarinos se abrieron y ahora nos contactan hasta de geriátricos, porque los espacios deben ser amigables no sólo para los nenes sino también para los adultos”, expresó.

“Costó muchísimo que nos abrieran las puertas para que podamos pintar porque el sistema de salud contempla el diagnóstico y el tratamiento, pero en el medio hay un abismo.”

Aguillón explicó que la compra de la pintura que usa la organización sin fines de lucro se financió, en la primera etapa, a través de la venta de cuadros que ella pintaba. Y, actualmente, lo hacen con la venta de remeras –desde su cuenta de Facebook– que llevan los mismos diseños que están exhibidos en las paredes de algunos hospitales de Rosario. 

Cuando la sonrisa nace del dolor

Elizabeth Aguillón vivió la tristeza y la desesperación bien de cerca. Y allí encontró un motivo para generar alegría o, al menos, aliviar el dolor durante procesos duros para los más chicos.

“Este es el primer grupo que trabaja en este costado terapéutico. Hay muchas cosas que curan además de la medicina.”

“Mi hija va a cumplir 16 años y estuvo un tiempo en terapia intensiva en un sanatorio de la ciudad. En ese momento se puso en práctica la terapia compartida, y como madre me fue difícil. Al lado de su cama había un nene de dos años que esperaba un trasplante. Y yo pensaba: ¿cómo puedo hacer para ayudar a este niño, que está sólo y sin familia y ante una dura situación? Ahí fue que empecé un taller de arte para chicos”, agregó.

Aguillón comentó que los médicos le sugerían que le hablara y acariciara a su hija que estaba en terapia intensiva durante el tratamiento. “Ahí es donde empecé a ver que el ambiente en el que están es hostil”, aseveró.

“Este es el primer grupo que trabaja en este costado terapéutico. Hay muchas cosas que curan además de la medicina. Por ejemplo, en el Hospital Vilela también hicimos una pintura en el techo para que los nenes que están acostados puedan jugar y distraerse con los dibujos”, apuntó. 

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