Angustia, incertidumbre, tristeza, y estados eufóricos pueden llevar a actuaciones maníacas. El síndrome de fin de año amenaza siempre por estas fechas, a lo que en esta oportunidad se suma, además, los efectos de la crisis financiera global, que intensifica la incertidumbre, sobre todo el plano económico y laboral.

El balance de fin de año, la tristeza y desazón por las metas no alcanzadas, el planeo de las vacaciones, las fiestas, las expectativas e incertidumbres por el año que vendrá, suelen ser un caldo de cultivo de sensaciones encontradas, que pueden generar alteraciones en la vida emocional, y que incluso pueden afectar la salud.

Cuanto más satisfechos nos sentimos por las experiencias, vivencias en nuestros vínculos afectivos, logros del año anterior, nuestra sensación de vértigo será menor, predominará en nosotros la sana alegría. Si, en cambio, predominó el no concretar expectativas, o estrés, o pérdidas afectivas y económicas, aparecerán otros sentimientos: angustia, desazón, tristeza, dolor, bronca, desesperanza”, explica la psiquiatra y psicoanalista Liliana Novaro, miembro de la Asociación de Psiquiatras Argentinos (APSA) y de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA). Y agrega: “Algunas personas ‘taparán’ estos sentimientos con el vértigo que nos aturde y marea, que no nos deja sentir esos sentimientos dolorosos. Estas personas podrán entregarse a diversos excesos en comida, bebida, gastos”.

Enrique Novelli, psicoanalista y miembro de APA, destaca además que “los movimientos emocionales, si bien pertenecen al área de lo psíquico, tienen una incidencia directa con lo fisiológico”, y explica que esto sucede porque “lo psíquico y lo orgánico son dos factores que se complementan y promueven estados de plenitud o de enfermedad”.


Asimismo, el profesional aclara que “cada una de las emociones, despertadas por el fin de año, tendrán contenidos e intensidades afectivas que están determinadas por las experiencias del pasado, particularmente de la infancia; así, las significaciones y la fuerza de las sensaciones estarán determinadas por las vivencias singulares de cada sujeto humano”.

Enfrentar el vértigo que esta época del año provoca, y no intentar taparlo con superficialidades, parece ser la manera de lograr superarlo. “Es más provechoso, aunque sea más angustiante o parezca difícil, poder sentir claramente la angustia, la tristeza, la desazón. Cuando estos sentimientos están a flor de piel, cada uno podrá identificar cómo se produce e identificar sus motivaciones. De ahí surge la posibilidad de afrontar los conflictos y poder resolver las situaciones”, señala Novaro.

Novelli, sugiere la conveniencia de “interrogarse acerca de sí”, y tratar así de “conocerse a sí mismo y sobre todo en sus aspectos afectivos”. Según el especialista, son tres las preguntas que uno debe hacerse ante este tipo de conflictos internos: “¿Por qué me pasa lo que me pasa?, ¿para qué me sirve lo que está pasando?, y ¿por qué esto me está pasando ahora?”.

En relación con la incertidumbre que genera la crisis global y nacional, Novaro agrega: “Podremos afrontar ese sentimiento de incertidumbre, cuidando lo que tenemos, estando atentos a lo que sucede, para reaccionar en forma adecuada, planificando pequeños proyectos factibles de ser cumplidos”. Pero los profesionales coinciden en remarcar que los lazos afectivos sólidos, los buenos vínculos afectivos y las buenas compañías son fuente de bienestar profundo, ayudan a sobrellevar los malos momentos y alejan el padecer de la angustia”.