Editor: espero de usted una mirada crítica sobre esta payasada de instituir la República de Pichincha.

Todo es mentira absoluta. Son sólo unos nostálgicos decadentes que aplauden las ocurrencias de Planeamiento (Mirta Levin) a la que ahora se acopló la siempre dispuesta a la fiesta –sea seria o no– de nuestra secretaria de Cultura, Chiqui González. Estos adalides del intendente Lifschitz se burlan, junto con él, de los expedientes con cientos de firmas que cursan reclamos en distintas comisiones del Concejo Deliberante. Imagínese cómo caen estos jueguitos teatrales, esta puesta en
escena.

Este barrio, que está en asamblea permanente en reclamo por los ruidos, la instalación de boliches, las habilitaciones salvajes y una serie de infelicidades provocadas por las políticas públicas del socialismo vernáculo, va a ser ahora "mostrado" a los curiosos como un lugar nostálgico, antaño de prostíbulos y prostitución.

Nací acá, en este barrio y a mis 58 años, le diré lo siguiente: nunca se habló por aquí en rosarigasino, salvo alguna ocurrencia de esquina o de buen humor. Este barrio, que ahora lo quieren hacer quedar como fantástico, nunca respetó a los hombres que concurrían a los prostíbulos a los que veía como señoritos que no amaban a sus novias ni a sus esposas sino a una chicas polacas que salieron hambreadas de su país y llegaron esclavas al puerto de Rosario.

En este barrio, hasta los años 60, las chicas y los chicos no podían jugar en las veredas o andar solos por la calle porque el barrio estaba tomado por rufianes, mirones, exhibicionistas y abusadores de menores, tal como consta en los archivos policiales de la época.

Olmedo era un chico como los otros y no fue un capocómico porque salió de este barrio sino porque nació genial y talentoso y Buenos Aires lo agarró al vuelo en su tormenta de oportunidades.

Entonces, dejémosnos de tilingadas. Si Rosario no tiene origen, no tiene fundación, que no tenga. Igual es linda y la queremos.

Pero no estemos forzando, inventando una identidad que no es verdadera. Pichincha no fue una república sino un refugio de la mala vida y las malas costumbres de las buenas familias; tampoco será una república aunque estén
gacetilleando su fundación puesto que es muy probable que se imponga el criterio de verdad y no estos inventos culturosos que por otra parte, huelen a negocios en los que no participa la gente, ni los vecinos ni los tontuelos que se van a enganchar en estas pavadas.

Más que una república de utilería, en Pichincha hace falta que escuchen a los que viven acá y atiendan las demandas que no son ningún invento sino de sentido común.

A propósito, no he visto al intendente ni a sus chicas todo terreno recorriendo el barrio los fines de semana cuando termina la joda y quedan los despojos en nuestras veredas y calles. Tampoco visitando nuestras casas mientras intentamos dormir bajo una presión de decibeles que no resiste ni siquiera una inspección "de visu".