Ricardo Robins

La investigadora local Adriana De Biassi saca un plano entre tantos que muestra unos círculos de distintos colores. El papel tiene más de 50 años pero ya anticipaba la importancia para la ciudad de tener estaciones de colectivos distribuidas y no una única centralizada para aliviar el flujo de vehículos en una misma dirección. Es que en la pequeña sala de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Rosario (UNR), donde funciona el Centro de Documentación e Información “César Torriglia” del Instituto de Investigaciones de esa casa de estudios, los problemas actuales, como el del tránsito, toman otra dimensión.

Allí, hay más de 1.300 legajos, 4.000 planos con sus libros complementarios y otros documentos históricos que fueron cedidos en 1966 por el prestigioso agrimensor que le da nombre al acervo, y que todavía esperan su clasificación y archivo correspondiente. Mientras tanto, la lenta degradación que padece el material avanza y desde el Instituto de Investigaciones buscan de manera urgente los 44 mil pesos necesarios para realizar un proceso de microfilmado de las láminas.

Hasta ahora, la Nación y el gobierno provincial rechazaron esa posibilidad. La Municipalidad, en cambio, ni siquiera arriesgó una respuesta al reclamo, aunque el pedido formal ingresó al Ejecutivo hace más de un año. Por eso, la directora del archivo, Claudia Gotta, confía en la posibilidad más firme que tienen en la actualidad: que los fondos para resguardar la historia local lleguen desde una entidad italiana que prometió en diciembre de 2006 aportar entre 15 mil y 17 mil euros en tres etapas.

"El dinero es necesario para realizar la microfilamación, que es el soporte legal que todo acervo documental debe tener. Eso garantiza el material a partir de masterizar los originales y así poder difundirlo a puertas abiertas y a la vez preservar los originales", explica Gotta a Rosario3.com. "Al manipularlos en forma permanente, estos planos que superan los 100 años de antiguedad se van deteriorando", completa De Biassi.

Reservorio

Entre las riquezas de los planos y documentos que se encuentran en esa sala –que corrieron más de una vez el riesgo de terminar tirados en un rincón– se encuetran las explicaciones a los surgimientos de los pueblos, antes estancias de familias de apellidos reconocidos como  Alvear, Arteaga o Armstrong; también el surgimiento de las manzanas como forma de dividir los terrenos en el propio centro de la ciudad, el origen de las calles y sus antiguos nombres, como Aduana, actual Maipú o Comercio por Laprida, a principios del siglo XX. También hay información más anecdótica, como la donación en 1857 de más de 600 kilómetros cuadrados de los mejores campos santafesinos al entonces presidente Justo José de Urquiza. Y otros datos indispensables no sólo para historiadores, sino también agrimensores, economistas y estudiantes en general.

Desde el Instituto no dudan en calificar el lugar como "uno de los reservorios más importantes de la memoria urbana de nuestra ciudad y de la historia de la división, tenencia y uso de la tierra tanto urbana como rural del área pampeana, con mayor énfasis en el período que va de 1850 a 1930”.

Por eso consideran tan importante que lleguen esos fondos que, por ahora, sólo prometió de palabra el organismo europeo. "El que no valora esto es porque no lo conoce, este archivo es único porque aquí hay todas piezas donadas que no están en ningún otro lado", refuerza Gotta.

Mientras esperan, el grupo coordinado por la profesora Gotta y conformado por la investigadora del Conicet  De Biassi y el historiador Vicente Accurso lanzó el “Proyecto puesta en valor del archivo Torriglia” que avanza en la clasificación del material. Claro que ahora falta el microfilmado para que se puede cumplir el pedido de Torriglia: que sea un archivo de consulta a puertas abiertas.

"Quiero continuar con la obra que mi padre realizó a través de toda su vida. Voy a hacer todo lo posible para que esto no se pierda", asegura por su parte María Teresa Torriglia, hija del agrimensor que atesoró todo ese material que ahora depende de la voluntad de un ente italiano para que no se pierda con el tiempo.