Ricardo Robins

En la noche de Rosario, adelanta Daniel, taxista con 30 años de experiencia, se ve de todo. Desde hace un tiempo ya, la inseguridad que sufren los choferes nocturnos se convirtió en el desafió a resolver por parte del Estado (provincial y municipal). Ahora, incluso, se optó por saturar las calles de uniformados que, como ya advirtieron vecinos y reconocen algunos tacheros, descuidan la protección del resto de la ciudad. “La presencia policial ayuda, pero no hay forma de que haya un oficial en todos lados y por cada unidad”, señala Daniel, quien además interpreta: “Acá tienen que invertir los titulares de taxis. Cada coche tiene que tener su blíndex que separe al chofer de los pasajeros y las dos ventanillas de adelante blindadas. Con eso trabajaríamos tranquilos”, explica.

Pero mientras las autoridades definen nuevos dispositivos de seguridad, la premisa de que la policía en las calles ayuda pero no alcanza, se confirma a lo largo de la madrugada del domingo, cuando Rosario3.com comparte una jornada laboral con el experimentado chofer.

Habrá viajes a barrios peligrosos, incluso a la zona donde asesinaron a balazos a un remisero el viernes que pasó, y un intento de robo a pocas cuadras de un control policial. Estará presente en esta crónica, por supuesto, el complicado rol que cumplen las fuerzas de seguridad: muchos patrulleros en los flamantes corredores seguros, algunos realizando los controles, otros no. Incluso un móvil abandonará su puesto para lanzarse a una extraña persecución de este taxi.

Quedan ustedes invitados entonces a un recorrido por las calles de la ciudad, esas que, como advierte el chofer, “tienen de todo y son sólo para valientes”. ¿Se suben?

Domingo 8 de octubre

1.30, el arranque. Cinco jóvenes intentan parar el taxi de Daniel en la zona de Pellegrini y Colón. “No, muchachos, tantos no puedo”, dice y sigue. Toma la calle Alem, uno de los corredores que va hacia la zona sur, aunque advierte: “Yo no paso de 27 de Febrero porque ayer (por el sábado) murió el pibe que intentó robarle a un compañero en la zona sur”. Ese tachero era de la misma agencia que Daniel (“la 438”, le dicen). El chofer, en esa oportunidad, se defendió del asalto con un arma: le tiró seis tiros al ladrón. Entonces, en esa zona, juraron venganza: “Por cada uno de los nuestros caerán tres tacheros”, aseguran que es el grito de guerra en los barrios. Más allá de esa promesa, los coches de esa agencia sí sufrieron agresiones y está claro que no son bienvenidos.

1.40, corredor y límite. Por Alem, una de las arterias seguras del plan que lanzó la policía de la provincia para frenar el paro de los taxistas de la semana que pasó, no pasa ningún patrullero. Antes de llegar al límite que se autoestableció Daniel, tres pibes paran el taxi: “A la Fluvial”. “Es un viaje tranquilo, ahí levantamos gente que difícilmente se vaya más allá del macrocentro”, señala el chofer.

2.10, lucecitas que se van. La tranquilidad del centro comienza a alterarse ante la invasión de los chicos que salen a bares y boliches. “Ahora empiezan a desaparecer las lucecitas”, dice Daniel en referencia al pequeño cartel rojo que indica que un coche está disponible. “El sábado es muy espinoso y a la noche ya no hay códigos. Antes no había tanta droga”, agrega el hombre que, con intermitencias, hace 30 años que es chofer.

2.20, Rivarola al fondo. Un joven cruza Ovidio Lagos en la esquina de Pellegrini y se mete de prepo arriba del taxi. “Rivarola y Circunvalación”, indica. Daniel aclara que no suele ir a esa zona (extremo oeste), pero esta noche hace una excepción. El pasajero, de 30 años, apunta que espera un taxi desde las 12 de la noche y que no encontró a nadie que lo llevara. “Por la culpa de unos pocos ladrones, nadie quiere ir al barrio”, asegura y cuenta que en esa zona se manejan con remises truchos. Incluso señala que conocía al remisero Héctor Avila, quien fue asesinado el último viernes en Cerrito y Circunvalación, a poco más de diez cuadras de su destino. “Él me llevaba a veces, decía que antes de que le roben prefería que lo maten”, recuerda. “El problema no sos vos flaco, el tema es salir de allá”, interrumpe Daniel. El taxista toma Presidente Perón y anticipa que en esa avenida y la calle Matienzo (Perón al 5100) un móvil de la policía deberá realizar el control de rutina. Al llegar a ese punto, aparece el patrullero, pero con sus sirenas apagadas y los uniformados dentro del coche. No hay control, entonces el viaje sigue hacia Rivarola al fondo. Aunque unas 15 cuadras más adelante, la camioneta de la policía reaparece para detener el viaje y realizar una extraña inspección  (ver nota relacionada).

2.40, en las narices. “Allá es, donde termina el pavimento”, dice el joven pasajero que, víctima de la inesperada retención policial, llegó unos 15 minutos más tarde a su casa. Él está en su lugar, pero quien debe tener extremo cuidado es Daniel, que se acomoda para salir rápido. Después toma Límite del Municipio (así se llama la calle) y sale por Rivarola al 7500. Allí cuatros pibes que pararon sin éxito un colectivo giran y hacen un gesto hacia el taxi. En realidad saben que no hay forma que el coche se detenga para llevarlos, pero igual hacen una serie gestos y putean. A unas pocas cuadras, Daniel levanta a una pareja mayor que va hasta Lima y Viamonte. Otro mal viaje. De vuelta por Presidente Perón, y en el control de Matienzo, ahora los uniformados están debajo del patrullero y en posición de trabajo. Sin embargo, la mujer, desde la parte de atrás del taxi, lanza una queja: “No tendrían que estar de este lado, pasando la vía se roban bicicletas todo el tiempo”. Y, efectivamente, en Lima y Provincias Unidas, a tres cuadras de ese puesto y por el corredor seguro, un joven resiste el robo de su bicicleta. “Lo están asaltando”, describe, algo evidente, el hombre de unos 70 años. Finalmente, el pibe zafa del asalto (es decir, golpea de lo lindo al ladrón que luego se pierde en la villa que está frente al distrito municipal Felipe Moré). El taxi sigue su viaje y el patrullero que está del otro lado de las vías ni siquiera advirte el hecho.

3.00, seguridad e inversión. De nuevo en el macrocentro, Daniel analiza: “Eso fue zona oeste, imaginate zona sur”. Algo queda claro, la presencia policial ayuda, pero no es la solución definitiva. Sube Ramón Oliva, un milonguero que pega la vuelta desde el centro hacia Génova al 2400, y junto a Daniel piensan: los choferes se sentirían más seguros con el blíndex. Entonces, continúan ambos, la Municipalidad debería presionar a los titulares para que los coloquen. Y si los autos son chicos, que pongan coches grandes, coinciden. ¿Los titulares invierten unos 100 mil pesos entre la licencia y el auto y no pueden pagar los tres mil que costaría poner esa protección?, se preguntan. Así, toda la policía de la ciudad está para proteger sólo a los taxitas, ¿y el resto?, vuelven a coincidir. Mientras chofer y pasajero analizan las medidas de seguridad, un puesto policial en Travesía (zona noroeste) detiene el coche y realiza el control (esta vez el de rutina). Chequean que esté todo bien y el viaje sigue.

3.30, y en esta esquina… “Nosotros no tenemos problema para conseguir taxis, aunque es más fácil manejarse con los remises truchos”, explica la mujer que subió junto a su pareja en avenida Alberdi (zona norte) y se dirige hacia Juan José Paso al 6200. A media cuadra de donde se bajan robaron un taxi hace unos días, aseguran. Pagan rápido, se bajan y Daniel emprende el regreso hacia el centro.

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3.45, la aclaración. Una joven pareja vuelve a detener el rumbo del taxi, van a San Luis y Cafferata. La demanda es, desde el comienzo de la jornada, incesante y el chofer elige pasajeros y desecha otros. Pibes, mejor no. Gente grande y parejas, más tranquilo. Un sábado a la noche un tachero puede recaudar 250 pesos, casi cien pesos más que un día de semana. Por eso vale la pena el laburo ese día, aunque pocos se animan. “A las cuatro yo corto porque después esto es una locura”, señala.
 
5.30, Daniel duerme
. El taxista Eugenio Sánchez toma un pasajero cerca de Maipú y Viamonte y a la altura de San Martín éste lo asalta. Se lleva 20 pesos en efectivo, el auto y golpea al chofer.