El relato de Guillermo Ulibarrie trasunta angustia. Es el sentimiento que le causa lo que venía ocurriéndole a su padre en el geriátrico donde está hospedado desde el mes de enero último. Desde maltrato físico y psicológico hasta extorsiones y violencia corporal a cambio de que el anciano, de 100 años pero lúcido a pesar de su edad, le exigiese dinero a su hijo, además de los 1000 pesos mensuales que paga por su estadía. Y además firmara en forma compulsiva, algunos papeles que podrían permitirles a los propietarios de la institución acceder a créditos a nombre del jubilado.

“Mi padre está en perfecto uso de sus facultades mentales –explicó Ulibarrie a Rosario3.com–, y aunque yo me veo obligado a internarlo en un geriátrico porque soy viudo y tengo que salir a trabajar, lo visito siempre y él me contó la última vez que fui a verlo, lo que estaba sufriendo”.

La institución a la que alude el denunciante está situada en Ovidio Lagos al 7500 de Rosario y, según relató, trabajan como enfermeros el propio titular del lugar, su esposa Marta y la hermana de ésta.

“Como lo visitaba regularmente, comencé a notar cambios en él y en el resto de los ancianos que viven en el geriátrico", afirmó Ulibarrie, y detalló: "Se encontraban demacrados y con signos de maltrato físico y psicológico, pero ninguno de ellos quería hablar conmigo sobre el tema”.

Y agregó: “El domingo 24 de mayo concurrí a visitar a mi padre para llevarlo de paseo y hacer que visitara a su hermana. Entonces, noté que tenía hematomas en nariz, en la frente y en las manos. Le pregunté qué le había pasado y él no quería responder, hasta que se animó y me dijo que no quería hablar porque estaba amenazado. Que le habían advertido que si contaba lo que le hacían sería castigado severamente”.

“Mi padre me contó que tanto a él como a los restantes siete ancianos que viven con él, a quienes nadie visita –aseguró–, los levantan a la mañana temprano, los llevan al patio y los golpean con trapos mojados. Yo no podía creer lo que escuchaba, pero le pedí que no se guardara nada, que me contara todo. Entonces mi padre me dijo que también los golpean con palos y que en los días de calor los sientan al sol y luego les arrojan baldes con agua extraída de las zanjas cercanas”.

Según el relato del hombre, el personal que debería cuidarlos, los insulta y amenaza de muerte y les exige que le pidan más plata a sus hijos para poder mantenerlos. Les escasean el agua y la comida –sólo reciben agua con azúcar y pan duro–, y no les brindan calefacción en los días fríos.

Ulibarrie pensó que lo mejor para preservar la vida del padre era sacarlo cuanto antes de la institución. Entonces, recurrió a la seccional 33ª de policía, donde radicó la denuncia y horas más tarde, retiró a su padre con la excusa de llevarlo al oculista para que le recetaran anteojos. “Eso me aconsejaron en la comisaría, para evitar que se generara una discusión y se desquitaran con los otros ancianos que quedaron internados”, dijo.

Desde ese día, el papá de Guilermo vive con una familia conocida donde recibe asistencia permanente y el tema es investigado por el juzgado Correccional de la 8ª Nominación y la Defensoría del Pueblo. El geriátrico en cuestión no figura en el listado de instituciones habilitadas por la Auditoría Médica de Santa Fe, Área VIII.