Diciembre es un mes que moviliza. Literalmente, porque se está de despedida en despedida y de fiesta en fiesta.  Es el mes en que la gente busca reunirse, hacer regalos y festejar. Pero también es un mes que moviliza interiormente. Y no todos en esta época del año están dispuestos a descorchar y tirar fuegos artificiales al aire. Por el contrario, son muchos los que sienten que cuando el almanaque se acerca a la última hoja lo que se viene es un mal trago.

A tan solo unas horas para que lleguen las fiestas, Rosario3.com consultó a dos psicólogos que trataron de desentrañar qué sucede cuando se juntan las reuniones por compromiso y los balances inevitables en un cóctel tremendo.

“Las fiestas del año que culmina nos pone en la situación de las cosas que faltaron, que quedaron pendientes. Casi como en un balance financiero, todo tiene que cerrar y si es con superávit mejor”, señala Juan Marchetti, vicepresidente del Colegio de Psicólogos de Rosario.

Es que las fiestas no llegan solas. Siempre vienen de la mano de una amenaza que acecha: los balances. Todo lo sucedido en los 365 días del año se pone en una balanza donde no siempre los platillos se elevan de la manera esperada.

Para la psicóloga Alicia Montenegro, justamente lo que hay que obviar en estas fechas de cierre son los balances. “Suelen dejar una sensación de falta, de algo que no se hizo, de quedar a mitad de camino. Entonces aparece la sensación de tristeza, nostalgia y melancolía en medio de la fiesta. Por eso es mejor no mirar para atrás sino elaborar proyectos hacia el futuro”, explica Montenegro.

Son precisamente esas evaluaciones que a nadie se le ocurriría plantear a mitad de año las que arrojan lo que muchos definen como la “depre” de las fiestas. Ese estado para algunas personas es tan natural como la sidra, el pan dulce, el lechón y el arbolito navideño que acompañan a la fiesta.

Para Marchetti, “la condición misma de lo humano nos pone en falta con habitualidad por lo tanto pasar un buen momento siempre es bueno, pero es importante que sea sin la pretensión de que todo se haya saldado”.

Y acá aparece la contracara del ritual de las fiestas: ¿con quién pasarla? Si en casa o la de los viejos, si con amigo o con tus suegros, pero siempre aparecen las disputas y a veces uno termina en la mesa equivocada o por lo menos la que hubiese preferido no elegir.

“La reunión es interesante, sólo si es posible. Si no los es hay que procurarse otros modos, brindar con uno mismo o con quien mejor se siente, a veces estos rituales propios de la sociedad nos imponen cosas que terminan siendo una contradicción y las fiestas se convierten en un malestar agregado sólo por la imposición de tener que estar bien”, apunta Marchetti.

Para esta época el bombardeo de imágenes donde las familias se sientan alrededor de los arbolitos, abren los regalos, brindan y sonríen a más no poder no da tregua. Y para los especialistas esos mensajes disparados son como mandatos que se nos obliga cumplir.

“Es una presión social bastante grande que hasta ocasiona cierto estrés, es la demanda de estar bien. Necesitamos pasarlo de la mejor manera, encontrarle un significado propio y no quedarse pegado a los modelos de éxito y felicidad. Quizás hasta sea válido tomarlo como un día más dentro de la vida de cada uno”, indica Montenegro.

Por último, Marchetti se anima a plantear que las fiestas pueden ser pensadas como el espacio para saldar cuentas pendientes. “Es bueno encontrar la ocasión de salir de una discordia interminable y pasar a otra cosa con las personas que se tuvo desencuentro y que cada uno se haga responsable de lo que hizo y de lo que no”, concluyó el psicólogo.