Cuando un chico se resiste a volver a su hogar, que en realidad está lejos del lugar donde nació porque fue arrastrado por su familia más allá de su ciudad, de sus amigos, ¿qué es lo que entra en juego? Para el psiquiatra Sergio Orlandini, especialista en comunicaciones interculturales, “no hay ninguna edad ideal para asumir bien un destierro, aunque se supone que al terminar la adolescencia, cuando la identidad está más fortalecida, hay mayor madurez para aceptar la situación de cambio; pero también es cierto que esa misma madurez puede ser un traba para la adaptación al ser menos maleable”.

El caso de Nicolás, el chico de 11 años que nació en Rosario, pero vive en España y que tras un viaje de visita al país no quiso regresar a Europa y se escapó de su madre, puso bajo la lupa la problemática del desarraigo pero de aquellos que no suelen decidir la migración: los niños.

Según Orlandini, las dificultades de los chicos en el exilio son principalmente: la discriminación en la escuela, la forma diferente de hablar (aunque sea el mismo idioma), la condición económica y el lugar de origen.

En el caso de Nicolás, él regresó a Rosario hace algo más de dos meses, donde vive su padre, para pasar las vacaciones junto a su familia materna: abuela y tías. La semana pasada tenía que volver a España, pero tres veces se negó a embarcar en el avión, lo que obligó a su madre, Carina Salgado, a venirlo a buscar, pero escapó.

La madre aseguró que el chico estaba adaptado, aunque según puntualizó el especialista “sólo él puede saber eso, y en este caso evidentemente no lo está; la conmoción del retorno puede haberlo trastocado”. Es que los niños que migran, a diferencia de los adultos, sólo quieren satisfacer “intereses básicos y emociones simples”.

Migrar, moverse hacia una dirección desconocida, suele provocar una fascinación por lo nuevo el primer año. Luego viene la angustia y la tristeza por la pérdida del lugar de origen. Y, por último, si el proceso fue bien trabajado, llegará la “adaptación saludable de la nueva situación”, explica el psiquiatra que trabaja como docente en la UBA. En el caso de los chicos, la problemática es más compleja y puede derivar en la complicada historia que atraviesa la familia de Nicolás.