A 760 kilómetros de la superficie terrestre orbita desde hoy el satélite franco-español SMOS, la nueva pupila galáctica de la Agencia Espacial Europea (ESA) para entender mejor las transformaciones del Planeta Azul.

El SMOS, segundo satélite del programa de seis misiones de observación de la Tierra de la ESA -dentro del programa Planeta Vivo-, se encargará de estudiar la salinidad de los océanos y la humedad del suelo terrestre, parámetros que servirán para ayudar a los científicos a predecir la evolución del cambio climático.

Con este proyecto múltiple, la Agencia pretende profundizar en el conocimiento del sistema de la Tierra y la forma en la que la actividad humana afecta en los procesos naturales del planeta.

Los datos relativos a la salinidad de la superficie marina que aporte el "Soil Moisture and Ocean Salinity" (SMOS) facilitarán la comprensión de las corrientes oceánicas, mientras que la información sobre la humedad del suelo favorecerá una mejor pronóstico de los acontecimientos meteorológicos.

En sus cinco años de vida útil, las "fotografías" que genere el SMOS -que se procesarán en el centro espacial de Villafranca, al noroeste de Madrid- beneficiarán, entre otros, a meteorólogos, marinos, agricultores, pescadores y agencias de gestión hidráulica.

"El océano guarda y transporta, vía las corrientes submarinas, enormes cantidades de calor" que la variación de la salinidad es capaz de desregular, acrecentando así el cambio climático, explica Pierre-Yves Le Traon, del instituto francés dedicado a investigar los mares.

Respecto al segundo de los cometidos del SMOS, conviene remarcar que "la disponibilidad de agua será un componente más importante en los cambios en los ecosistemas que la variación de la temperatura", señala Yann Kerr, uno de los responsables franceses de la misión.

Analizar la cantidad de agua de la superficie ayudará a distintos países a gestionar sus recursos acuíferos y a predecir los riesgos de incendios, las variaciones del clima y la posibilidad de plagas agrícolas, indicaron los responsables del proyecto.

A pesar de que la misión SMOS ha requerido una inversión de unos 300 millones de euros, se trata de una de las más baratas del programa de exploración de la Tierra de la ESA, agencia que goza para su funcionamiento de un presupuesto quinquenal de 10.000 millones de euros.

La ESA ha dividido sus misiones de exploración de la Tierra en dos categorías: Núcleo (GOCE, ADM-Aeolus y EarthCARE) y Oportunidad (SMOS, CryoSat2 y Swarm).

La primera misión Núcleo debutó el pasado mes de mayo con el lanzamiento del satélite GOCE, una herramienta aeroespacial concebida para elaborar un mapa en tres dimensiones de las variaciones del campo magnético de la Tierra.

Eso debe permitir conocer mejor la estructura interna del globo terrestre y disponer de datos para estudiar los terremotos, los volcanes, los océanos, el clima y, en particular, la circulación oceánica.

Además, tendrá aplicaciones prácticas en para el sector de la vivienda, el urbanismo y la topografía.

Después vendrán la misión ADM-Aeolus, cuyo lanzamiento está programado para 2011, y la EarthCARE, prevista para 2013.

El ADM-Aeolus será un aparato encargado de vigilar tridimensionalmente las zonas de viento del planeta, mientras que la EarthCARE, última de todas las misiones del programa, se centrará en las nubes, las pequeñas partículas de la atmósfera y su influencia en la radiación.

Respecto a las misiones Oportunidad, a la puesta en órbita del SMOS le seguirá en febrero de 2010 el del CryoSat-2, después de que el primero de los satélites de la misión quedara destruido por un problema técnico durante el lanzamiento.

La misión CryoSat-2 tiene por objeto estudiar el hielo polar, tanto el que se encuentra en la superficie terrestre como el que flota sobre el mar.

Llegará después, en 2011, la puesta en marcha de la misión Swarm, dedicada a investigar el campo geomagnético de la Tierra y su evolución temporal.

Además, a las seis misiones de observación de la Tierra del programa Planeta Vivo que están en marcha, se agregará una séptima misión, para la que ya hay tres candidatas.

Se tratan de los proyectos BIOMASS, para medir la biomasa de los bosques del Planeta Azul, el CoReH20, concebido para estudiar las características del ciclo del agua, la nieve y el hielo, y el PREMIER, para una comprensión más exacta de la relación entre gases, radiación, química y clima en la atmósfera.

La ESA planea ampliar a ocho las misiones de observación de la Tierra, por lo que hasta el próximo día 1 de diciembre acepta propuestas de científicos de los 18 Estados miembros de la agencia para presentar proyectos a un concurso en el que se seleccionará un nuevo proyecto que, si todo sale según los planes, enfilará la rampa de lanzamiento en 2018.

Fuente: EFE