Opinión / Pablo Montenegro
El clásico de Rosario ya se juega. Desde el mismo momento en que acabó el triunfo de Newell´s ante River, la ciudad empezó a latir en otra frecuencia. Y al mismo tiempo, en la víspera del choque futbolístico más esperado por estas latitudes, entraron en escena algunas frases hechas para explicar el partido que se viene y que se dividen en dos: las que son puro mito y las que pueden tener su correlato con la realidad. Ninguna de carácter infalibe, claro. A saber:
"En los clásicos no importa el presente de ambos". Para revisar. Porque a menos que haya una realidad paralela, los equipos que se enfrentan son los del tiempo presente. Y si en ese presente, uno anda mucho mejor que el otro, es factible que termine imponiéndose el primero sobre el segundo. La frase, en verdad, alude a que suele haber, por nerviosismo de unos, por motivación de otros, un emparejamiento que en otras circunstancias no se exhibe. Pero si hay un equipo que tiene supremacía colectiva e individual, es probable que se quede con la victoria.
"Los clásicos no se juegan: se ganan". Una obviedad. De Perogrullo. La frase remite a que en este tipo de contiendas, lo que a todos los interesa es festejar ignorando el cómo. Pero no se atiende que el camino más corto hacia el éxito se toma jugando bien. Entonces, habría que borrar el "no", cambiar los dos puntos por un conector y aceptar que "los clásicos se juegan y se ganan".
"Este tipo de partidos es diferente". Cierto. Se palpa en la previa, donde el aire es más espeso y abundan las especulaciones. Dentro de la cancha, juega en la cabeza de los futbolistas la certeza de que cualquier error puede tener una magnitud superior a otro cometido en otro cotejo, por lo que puede pasar que se arriesgue menos o que un pase mal dado al principio actúe negativamente durante los 90 minutos.
Todo este dogma clasiquero acaba siempre deshaciéndose con la fuerza de los acontecimientos. Y todo queda supeditado a la manera en que se van hilando los sucesos del partido. Lo concreto es que Newell´s arriba al juego con un aura de conjunto superior, aunque Central mostró una cara distinta en la Boca, de equipo combativo que puede hacerse fuerte en situaciones hostiles.
La Lepra tiene como atributos su manejo de balón, la convicción en su estilo y el gran presente de algunas individualidades como Maxi Rodríguez, mientras que la Academia cuenta con una dinámica importante por las bandas, la presión que suele generar de tres cuartos hacia arriba y el plus de ser local. Para saber cuál terminará imponiéndose, habrá que aguardar que confronten estas armas, y que el azar y la pericia de los ejecutores hagan lo suyo.

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