La moda de aspirar chocolate "nació" en Europa en 2007, cuando un belga diseñó un aparato para consumirlo a través de las fosas nasales, como comúnmente se hace con drogas duras como la cocaína. El hombre luego mezcló el polvo de cacao, menta y jengibre, algo que ahora es muy usado en Alemania y el norte de Europa como reemplazo de otro tipo de estupefacientes.

Un informe publicado en la BBC indica que la combinación de los tres productos produce varias sensaciones: el cacao provoca una inyección de endorfinas al sistema circulatorio, que puede derivar en euforia; la menta y el jengibre se usan para "activan" la nariz y dejar un olor agradable –según el creador–; el magnesio que contiene el chocolate relaja los músculos y mejora la función cognitiva.

En términos psicotrópicos no hay registros de que haya causado peligro a a la salud de quienes ingieren la mezcla o haya provocado adicción en ellas. Esto no quiere decir que sea inofensivo. 

"El chocolate tienen propiedades que lo hacen ser una sustancia adictiva, obviamente tiene un efecto en el cerebro", expresó Andrés Herane, médico psiquiatra. Además, agregó que no se estudió hasta el momento "los efectos de aspirar chocolate".

Para el especialista mencionado, el chocolate debería ser definido como una droga. "Tiene un efecto de búsqueda compulsiva que implica que quien lo consume necesita aumentar la dosis cada vez más para sentir el mismo efecto de placer", declaró.

Efecto en el cuerpo

Según el médico psiquatra, aspirar la combinación de chocolate, menta y jengibre tiene un efecto inmediato. "Va desde los pulmones directamente a la sangre que lo lleva al cerebro. Es un efecto con picos más altos, pero con menos vida útil. Por eso quienes aspiran sustancias necesitan hacerlo varias veces en un periodo relativamente corto de tiempo y tienen mayor riesgo de adicción, porque la vida media –de la sustancia en el cuerpo– es más corta".

"Aspiran chocolate en polvo no es seguro, porque es percibido como una sustancia extraña y tóxica por la nariz", aseguró Jordan Josephson, otorrinolaringólogo del hospital Lenox Hill de Nueva York, consultado por la revista Live Science.