En lenguaje médico se consideran drogas a todos aquellos productos que se incorporan –bajo diferentes formas farmacéuticas– a los medicamentos y que son capaces de influir sobre la evolución de las enfermedades, ya sea haciéndolas más tolerables, frenando su avance y posibilitando su pasaje a la cronicidad, o curándolas definitivamente, prolongando así la vida, hasta donde la biología y los diferentes factores sociales lo determinen.
Dejando de lado el concepto médico y pasando al de uso popular, se denomina drogas a todas aquellas sustancias o situaciones, capaces de alterar en alguna medida la visión que las personas tienen de la realidad, creando fantasías que la hacen aparentemente mejor que la verdadera. Cuanto más dura es esa realidad, más apela el ser humano a las ilusiones y fantasías, procurando hacer más tolerable su existencia. Pero el común de la gente sólo considera drogas a las que tienen un gran componente socioeconómico por el tráfico de las mismas, desde los países productores a los países consumidores, generando cuantiosas ganancias y creando factores de poder, que llegan a mantener o a derrocar gobiernos.
Lo hacen a través de uno de los componentes característicos de las sociedades deterioradas en los valores éticos y morales; la corrupción. No obstante, se ha multiplicado en forma alarmante la aparición de otras drogas que, si bien no se inyectan ni se ingieren, producen en el ser humano las mismas ilusiones que lo trasladan a un mundo fantástico e irreal, estableciendo un deterioro progresivo en las relaciones humanas. Consideremos, por ejemplo, la música que escuchan nuestros adolescentes a 90 decibeles o más.
Esto crea condiciones que generan trastornos de hipoacusia en los lugares de no-reunión, donde se da la paradoja del lenguaje, destacada por el doctor Francisco Maglio, cuando expresa que "todos juntos" está separado y "separado" está todo junto. El aturdimiento –que impide la comunicación humana y que sólo crea imágenes positivas a nivel de la conciencia superficial– junto al alcohol y a alguna otra droga, lejos está de modificar para bien las áreas profundas de nuestro ser, donde fluyen a raudales crecientes depresiones encubiertas, con el agregado de violencias reactivas.
Estas van separando cada vez más a los unos de los otros y suelen ser generadoras, en un alto porcentaje, de la violencia progresiva y/o destructiva que percibimos en la sociedad.
Las sociedades mundiales están siendo llevadas planificadamente a la drogadicción, en todas sus formas, en especial a la Juventud. Quien ve lo que los mayores les estamos dejando con nuestros errores, tienden inexorablemente a crear fantasías e ilusiones que les permitan vivir esa fantasía mejor que la realidad que les depara la sociedad en que viven. Si quienes conducen los países supieran que "una Sociedad sólo es sostenible cuando puede satisfacer sus necesidades sin disminuir las oportunidades de las generaciones futuras" como lo remarca Lester Brown, Director del Worldwatch Institute de Washington, no dejarían de lado este “pequeño” detalle.
Debieran dejar de pensar definitivamente que el hecho de que un balance de ingresos y egresos en la evolución del Capital, a favor de los ingresos, en absoluto hacen que una sociedad sea sostenible en el real sentido de dicha palabra. Para ello, dichos conductores debieran dejar de ser politiqueros y debieran transformarse definitivamente, como el mundo espera, en Estadistas, es decir, que dejarían de pensar en las próximas elecciones para sacar dividendos y comenzar a pensar en el futuro de las generaciones que vienen; nuestros hijos y nietos, amén del planeta que habitamos y el ecosistema en su totalidad. Pero no son solo drogas la cocaína o la marihuana o el LSD.
Droga es todo aquello que le impide al hombre vivir la realidad sin apelar a fantasías imaginarias que le den goce y placeres solo transitorios, haciéndolos dependientes y esclavos para el futuro suyo, de su familia y la sociedad en que viven. Si entendemos de una buena vez que el Hombre es un ser social, deberemos entender también que su vida de relación con los demás es una condición indispensable para que no existan antinomias entre individuo y sociedad. Ninguna debe prevalecer sobre la otra y debe haber armonía entre ambas, pues son interdependientes.
La música a tan elevados decibeles es otra droga que no se tiene en cuenta y que impide la puesta en práctica de uno de los factores más importantes de las relaciones humanas, cual es la comunicación de las partes que integran el sistema social; es decir de los individuos no transformados en rebaño por el mismo sistema, que no desea las comunicaciones inter-humanas: Ni que hablar de las consecuencias trágicas que vendrán en un par de generaciones cuando la hipoacusia sea una cosa cada vez más frecuente, a través de las modificaciones genéticas que se vayan produciendo, con sociedades llenas de hipoacúsicos y sordos.
Lo mismo pasa con la tendencia a la destrucción de la familia, nacida muchas veces de la falta de comunicación por la desesperación de ambos padres para trabajar y lograr tener una vida mas o menos digna, quedando prisioneros de sus escasos salarios que los hacen dependientes de los dueños del poder, con la permanente acumulación de resentimientos sociales que generan violencia a todos los niveles. Todo esto conforma el estado actual de quienes buscan salidas en las fantasías de la drogadicción. Hasta el conocimiento humano puede ser usado como factor de poder, constituyéndose en una drogadicción que crea la fantasía del poder. Todo ello ocurre en este aspecto, cuando la intelectualidad va separada del juicio crítico y la racionalidad, además de los afectos y la emocionalidad que deben marchar siempre unidas para ayudar cada uno con su granito de arena, al mejoramiento que aunque lento, requiere toda sociedad para ser sostenible.
Quien tiene proyectos de vida, que sean potencialmente posibles y realizables difícilmente entre en la droga. Todo ello debe depender exclusivamente de su propia individualidad, de su inteligencia y de los esfuerzos que el mismo realice, sin obstrucciones del medio social en el que viven, diferenciando a quienes “tienen”, de quienes quieren SER.


