Ricardo Robins

Con una nueva organización que cambió la dinámica del acto por el Día de la Bandera, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner desembarcó en Rosario este jueves al mediodía junto a buena parte de su gabinete y con un discurso muy duro y de alcance nacional. Reforzó sus críticas al Poder Judicial y debió improvisar una respuesta a las declaraciones de la intendenta Mónica Fein, quien se animó a levantar algunas banderas -nada menos- que suele sostener el gobierno nacional. Frente a ellos, un público selecto dispuesto de forma inédita: invitados sentados en sillas y dos gradas a los costados para los militantes (en este caso exclusivamente kirchneristas). A un lado, sobre el escenario, el palco de funcionarios dejó ver algunas señales de cara a las inminentes elecciones legislativas. Y hubo, además, un cuarto plano, los que quedaron afuera de ese armado -parecido a un mega set televisivo, con el Monumento de fondo- y no pudieron participar de esa instancia política; sí de la fiesta popular que se inició a las 14.30 con músicos invitados.

La ingeniería de la organización resultó perfecta para la transmisión por TV y para quienes estaban dentro del acto. Se preparó un prolijo escenario, con los granaderos que animaron la previa y en el inicio tocaron un potente himno junto a Choque Urbano, las sillas en el centro, los militantes con sus bombos y banderas al costado.

Pero Cecilia y Manuela, dos jóvenes rosarinas, estaban indignadas. Cuando quisieron bajar por calle Córdoba, un vallado y agentes de seguridad se lo impidieron. Les dijeron que para ingresar necesitaban invitación. "¿Invitación, cómo puede ser? Es el acto por el Día de la Bandera", respondieron y buscaron otro lugar, por Rioja.

Sentado en un banco, Hugo no se enteró de nada de eso. No supo que los ex combatientes de Malvinas de Rosario se fueron del bajo como una forma de manifestar sus diferencias con la nueva organización -sí se quedaron los ex soldados de Buenos Aires-. Tampoco del enojo de los gauchos que se quedaron sin desfile. Hugo llegó de Rafaela y disfrutó el sol del mediodía. "Me gusta ver a la gente, sus compartamientos, cómo se mezclan las banderas de Argentina con la de las distintas agrupaciones políticas", dijo y reconoció una deformación profesional: es ingeniero y analiza todo.

Muchos, como Hugo, encontraron un lugar cómodo y se sentaron a tomar mate y a mirar el movimiento de miles de personas en el parque. Muchos de ellos organizados. Como los militantes de Nuevo Encuentro, que llegaron tarde y se quedaron afuera del acto.

Cámpora y granaderos, a dúo

A las 12.30, hora prevista para el arribo de la presidente. La Fanfarria Alto Perú –la orquesta de los granaderos- entonó Avanti Morocha y los muchachos de La Cámpora le pusieron letra. Pareció que anunciaban la llegada de Cristina, pero no fue así. La mandataria se preparaba para iniciar su vuelo en helicóptero desde el aeropuerto hasta el parque junto a Jorge Obeid.

Ajenos a esa instancia, los militantes sellaban su vínculo: “Borom bombom, borom bombom, los ganaderos, son de Perón”. Algunos de ellos cantaban trepados a los cañones del Monumento (¿las famosas armas que denunció Elisa Carrió?).

A las 12.50, las dos pantallas gigantes comenzaron a reproducir un fragmento de la película de Belgrano, protagonizada por Pablo Rago, donde se recuerda cómo el prócer –cuya muerte se conmemora cada 20 de junio- desconoció órdenes de Buenos Aires al crear una bandera nacional.

Las mismas pantallas dejaron ver la llegada de Cristina junto a Mónica Fein, a las 13.10. El palco comenzó a llenarse de ministros y de funcionarios provinciales y municipales. Entre ellos estaba Obeid, quien compartió helicóptero con Cristina y se leyó como un firme apoyo para que lidere la lista de candidatos a diputado nacional del PJ este año (listas que cierran este sábado 22), pese a la molestia de algunos presentes. Cuando la presidenta saludó se vivió el primer estallido del mediodía.

A los bombos y cánticos en las tribunas, se sumaron dos banderas que se desplegaron entre el público que estaba sentado en las sillas. Después Choque Urbano sorprendió con una versión del himno a pura percusión y hasta algo de tecno-cumbia, junto a los granaderos. “Muy bueno”, le dijo Cristina al vice Amado Boudou, que se la pasó saludando y haciendo gestos hacia las gradas.

Obras, discursos y banderas rojinegras

La locutora oficial anunció tres obras para la ciudad: sanitarios públicos en el Monumento por 615 mil pesos, obras de refacción del acceso sur a la ciudad por avenida Belgrano -ambas de cara a la partida del Rally Dakar 2014 en la ciudad-, además de mejoramientos de barrios (desagües y pavimento). Fein y Cristina intercambiaron sonrisas, por última vez en la jornada, antes de que los discursos volvieran a separarlas.

Entonces llegó Manuel Belgrano junto a cuatro paisanos a caballo portando la bandera, que se la prestó un rato a Cristina y ella la flameó feliz. Y el actor que hacía de prócer -Matías Martínez- lanzó una encendida declaración sobre la defensa de la bandera y la importancia de la libertad que casi naufraga cuando en un momento pareció olvidar la letra, pero volvió sobre sus pasos, cerró con un fuerte “Viva la patria” y todos los presentes se unieron para gritar lo mismo. Aplauso cerrado, cierre de la recreación e inició de los discursos, que demolieron el pedido de unidad del pobre creador de la insignia patria.

Fein debió enfrentar unos leves silbidos pero sobre todo tuvo que gritar porque la JP-Movimiento Evita no paraba de cantar. Los referentes hicieron callar a la tropa y entonces la intendenta proclamó a Rosario ciudad solidaria y heredara de Belgrano.

Cristina sintió que le habían manoteado un estandarte y salió a responderle con todo. La miró a Fein, ya no entre risas, y le dijo que Rosario había crecido gracias al modelo nacional. Los militantes del Evita se sintieron autorizados a romper la tregua y cantaron: “Ni socialistas, ni popular, es la derecha que gobierna la ciudad”.

“¿Con quién creen que estaría Belgrano?”, dijo después la presidenta y abrió un nuevo estallido de los presentes. No de todos: un grupo de invitados, los mismos que aplaudieron fuerte a Fein, se quedó sentado y dibujo como una ele de contraste entre los parados y los sentados, que distinguió a los invitados del municipio del resto.

Un poco más atrás, sobre el segundo vallado, un hincha de Newell´s sostuvo una camiseta durante varias minutos y hacía gestos al aire como queriendo dársela a la presidenta, que jamás lo vio. Otras banderas rojinegras –además de la del Evita- colgaban de los edificios del bajo para recordar el reciente título de leproso, ignorado por las únicas dos oradoras.

Los discursos terminaron, hubo saludos de rigor, Cristina bajó del escenario pero no hubo desfile junto a la “gente” ni con la bandera más larga del mundo este año. Saludó a los presentes y se fue. La estructura se comenzó a desarmar rápido porque en el escenario de enfrente comenzaba la música.

“Salió todo perfecto, sin problemas”, resumió César Limonta, de protocolo municipal. Y así se lo vio al renovado acto por el Día de la Bandera, prolijo, preciso y contundente, aunque más cerrado que años anteriores. Restaba, es cierto, la segunda parte, de los recitales, que familias y jóvenes comenzaron a disfrutar desde las 14.30. Una doble instancia que pareció zanjar el debate entre el acto de "los militantes" y el acto de la "gente", y -en todo caso- complementar festejos.