La profesora Inger Enkvist, de la Universidad de Lund, Suecia y autora de “Repensar la educación” advierte que “poner a la convivencia en el aula por encima de la adquisición de conocimientos constituye la razón de la crisis de la educación”.

Sus críticas se originan en la modificación de la ley de educación sueca, en 1969, que "puso a la convivencia en el aula por encima de la adquisición de conocimientos. Si la verdad no importa, si no importan los conocimientos, entonces estamos en una guardería, donde lo que importa es que los niños no se maten los unos a los otros, y que no haya ningún accidente mortal dentro de las paredes del colegio", señala Enkvist.

"La ley educativa decía que la educación obligatoria tiene por meta la convivencia que va a aumentar la armonía social y, al mismo tiempo, los conocimientos de los estudiantes. Así que, primero la convivencia y, después, si hay tiempo, el conocimiento. Ahora llevamos 35 años con esa ideología y cada vez vamos peor. Hay más violencia en el colegio, hay menos conocimiento, hay menos respeto entre alumnos e incluso hacia los profesores. Tenemos los resultados: priorizando la convivencia no llegamos a la armonía, sino a más violencia. Y es lógico pensarlo. ¿Sobre qué se basará la convivencia o el buen acuerdo entre los estudiantes sino hay una base objetiva, que son los conocimientos?": la profesora Inger Enkvist , advierte: “Me dirán de todo por lo que pienso, me llamarán reaccionaria y esas cosas, pero alguien tiene que intentar defender a los chicos que no se pueden defender por sí solos”.

Con relación a las nuevas pedagogías, Enkvist señaló que “son las que se fueron imponiendo desde los años ‘70, con la idea de que el profesor no tiene por qué estar enseñando, estructurando el conocimiento o exigiendo, sino que la educación puede ser más libre, más divertida y que el alumno pueda elegir lo que quiere estudiar, el orden en que lo quiere hacer y que los exámenes -en realidad- no son tan necesarios porque los chicos aman tanto el conocimiento que lo buscarán a su tiempo y por el camino que les convenga”.

Según esta profesional, todo se resume en una fórmula: colocar al alumno en el centro del proceso educativo. Algo que de tanto repetirse suena como muy inocente pero en realidad engloba un reto total a la educación tal cual la conocemos. Con esto se refiere a “la educación de antes, tradicional, clásica, que era una especie de torre donde los estudiantes estudian el primero, segundo curso y así van avanzando. No sólo por la edad sino también por saberes. Es algo estructurado donde un profesor que enseña a un chico de 13 años sabe que éste ya adquirió ciertos conocimientos y entonces sigue desde ahí, no desde cero. Hay también exámenes para obligar a los alumnos a aprender ciertas cosas antes de continuar”.

La nueva pedagogía supone un cuestionamiento total a esto; en ella el profesor debe acercarse al alumno y elaborar un programa individual para cada uno. Toda la obligación recae en el profesor, que debe inventar programas… multivalores… interesantes… individualizados y.... actualizados. Además el que evalúa -por lo menos idealmente- es el alumno. Con eso lo que se logra es que el chico sólo quiera aprender lo que no le cuesta ningún esfuerzo”.

Con esos estudios que, por sobre todo, buscan ser atractivos, el chico basa sus juicios en caprichos personales -sostiene Enkvist- prefiere la irracionalidad al análisis o autoanálisis y cree tener derecho a pronunciarse sobre todo, porque cree que su opinión vale como cualquier otra opinión. Tiene una actitud absolutamente antieducativa: esto es lo que genera un sistema que coloca al alumno en el centro de la educación, cuando el centro debería ser el aprendizaje y tanto el maestro como el alumno deberían concentrarse en el aprendizaje, porque la escuela la hemos construido para eso. Invertimos en ella para que los alumnos aprendan y el maestro los ayude. Pero hoy los alumnos dicen: “Si el maestro me gusta, estudio, pero hay maestros que no me gustan, entonces dejo de estudiar con ellos”.

También dicen: “Algunas materias me atraen, pero otras no me interesan y no las estudio”. Que la sociedad haya determinado una cierta combinación de conocimientos donde algunas cosas les guste y otras no, los tiene sin cuidado. Estudian lo que quieren, nada más. Pero eso sí, quieren el certificado de estudios totales. No quieren hacer el esfuerzo pero quieren la recompensa.

En la Argentina, subraya la autora, una parte de la reforma quizá sería volver atrás, pero muchos países -como Finlandia o Estonia- hoy tienen un excelente nivel educativo porque aplican la actitud seria que tenían antes los países más avanzados, también ustedes. Por eso deben volver atrás sólo los que se han equivocado mucho, porque otros países están subiendo, subiendo, subiendo.

“Es un gran error –advierte- decir que un joven en camino de abrirse al mundo y de encontrarse a sí mismo no necesita una guía. La meta de la escuela es que los alumnos adquieran conocimientos para convertirse en personas autónomas que no sean autoritarios ni tampoco acepten el autoritarismo en otras personas, pero para llegar a tener ellos necesitan saberes, también necesitan un cierto control sobre sí mismos, formular un plan y cumplirlo”.

Fuente: Los andes