Actualmente se diseñan organismos vivientes, semillas, drogas, viviendas, museos, negocios, máquinas, vestimenta, políticas, libros, perfumes, billetes y tarjetas bancarias. El diseño sostiene la individualidad reafirmando el consumismo, dando una aureola de efímero glamour y distinción. Existe también el diseño de la información y el de cualquier tipo de conocimiento. “En realidad, es difícil hallar un campo donde el diseño no sea necesario”, afirma el profesor alemán Wolfgang Schäffner, estudioso de la incidencia del diseño en la vida cotidiana.


”La técnica y la tecnología todavía se vinculan intuitivamente con cosas como el hierro, con máquinas pesadas y peligros ambientales. La técnica, como acontecimiento de fines del siglo XIX y principios del XX, ha tenido efectos destructivos. Las calles eran espacios para pasear, comunicarse, trasladar objetos; eran bastante tranquilas, pero si observamos la invasión de máquinas y motores que contaminan nos damos cuenta de que hubo un antes y un después de esa invasión. Ese es el impacto que se le atribuye a la tecnificación”, señala el experto.

En el caso de los autos, uno de los principales y más exigente “objetos de intervención” para los diseñadores, Schäffner destaca que al principio “no integraron lo que se empezó a desarrollar como diseño. El diseño era más artístico y artesanal, más blando; parecía utilizar materiales diferentes. Muy pocos diseñadores industriales hoy dirían que una máquina a vapor es un objeto de diseño, lo mismo que las locomotoras. Pero fue esa tecnología pesada la que forjó la imagen y el imaginario de la tecnología. Sin embargo, la misma característica tecnológica -en el sentido de crear objetos artificiales- está presente en el campo del diseño”.
En cuanto al modo como el diseño puede llegar a exacerbar el consumo masivo, el profesor Schäffner advierte que “el diseño como versión de lo exquisito es la vieja herencia del artista. Una gran confusión del diseñador es el imaginarse como artista, porque el proceso de diseño no es intuitivo, no es espera del momento de inspiración. El momento productivo se da cuando se consigue reunir la mayor cantidad posible de conocimientos para resolver algún problema de diseño de un objeto. En el otro costado tenemos la producción masiva de un objeto, que se considera menos valiosa porque es reproducción pura y es muy peligrosa”. Y añade: “es peligrosa porque un diseñador que crea una birome que se reproduce mil millones de veces puede ser un peligro para la humanidad. Aunque la birome sea un objeto insignificante, a través de la producción masiva se transforma en una carga inmensa. Esos ángulos exigen un tratamiento inteligente. Hay que evitar esos dos peligros: la ilusión de ser un artista -ya que nadie puede generar sólo desde su interior el conocimiento necesario para resolver problemas- y la ilusión de que se resuelven cosas a través de la masividad. El desafío para el diseñador es buscar una manera de actuar diferente a la del artista y a la de la fábrica de mercancías”.

Claro que la responsabilidad no termina en el final de la cadena de producción. ”Un diseñador de autos –por ejemplo- tiene una gran responsabilidad, sabiendo las consecuencias que puede tener el uso de ese objeto. Debe crearlo de una manera responsable. Los objetos diseñados también se tienen que calcular como basura futura. En Europa, cuando uno compra un auto, compra también el derecho de poder devolverlo al productor cuando ya no sirva más. Eso hace pensar al diseñador de Wolkswagen o de BMW qué materiales usar; no los peores plásticos sino plásticos que después se puedan reciclar más fácilmente. Es importante esa retroalimentación en el momento del diseño de un objeto que ya piensa en el momento en que ese objeto se transforme en algo fuera de uso, en basura”, concluye Schäffner.

Fuente: Clarín