Los centros de salud, desde la visión de los expertos, son cada vez más ruidosos: mensajes por altavoz, el sonido persistente de los sistemas de refrigeración, el piiip piiip de los monitores y las conversaciones entre médicos y enfermeras se prolongan las 24 horas.

Recientes estudios indican que durante el día el ruido promedio de los hospitales, sin importar el tamaño, es de 72 decibeles (dB), es decir, el equivalente a un restaurante lleno.  Esto favorece el estrés de los pacientes y retrasa su recuperación.

"En un hospital el nivel de sonido es similar al de otros edificios. Pero un hospital no puede tener elementos que habitualmente absorben el ruido, como alfombras, cielos acústicos o mobiliario, porque éstos no son lavables y pueden alojar gérmenes", explica James E. West, ingeniero acústico y profesor del Departamento de Ingeniería Eléctrica y Computacional de la Universidad Johns Hopkins.

West, quien lleva cinco años investigando el ruido en los hospitales y las formas para enfrentarlo, estuvo en Chile como expositor del XII Seminario Internacional de Acústica Semacus, organizado en Santiago por Inacap.

Un estudio realizado por el equipo de West en el hospital Johns Hopkins reveló que el 68% de los pacientes y el 83% de las enfermeras consideraban el ruido como un problema. Y lo es. Estudios indican que la exposición al ruido en el lugar de trabajo afecta la memoria y la atención sostenida. Las personas sometidas a ruido consumen más tranquilizantes y pastillas para dormir; el ruido sostenido entre 65 y 70 dB aumenta la hipertensión.

En el caso de los pacientes, el ruido aumenta su ansiedad, causa confusión, eleva el uso de calmantes, provoca agitación y menos tolerancia al dolor

Además, la falta de sueño asociada al ruido afecta al sistema inmune y altera la producción de hormonas clave. En síntesis, "las personas sanan más lento", señala West.

Para enfrentar el problema, dice, lo ideal es que en el diseño de nuevos hospitales se involucre a expertos en acústica. Y en los que ya están construidos, una alternativa en estudio en el Centro de Cáncer de Johns Hopkins es el uso de paneles de fibra de vidrio recubiertos con un plástico lavable. "Los ubicamos en el techo y la parte alta de las murallas adheridos con velcro".

Tras instalarlos, los pacientes y enfermeras que consideraban el ruido como un problema bajaron a 4% y 8%, respectivamente.

Una de las medidas que tomaron hospitales en Estados Unidos es el uso de sensores de sonido en salas de cuidado neonatal. Estos advierten con una luz verde, amarilla o roja si es necesario bajar la voz. Otras son cambiar los beepers por sistemas menos ruidosos o que vibren en vez de sonar.

Fuente: El mercurio