El tenis argentino afronta un desafío que ya conoce. La generación de oro seguirá generando dividendos, pero el recambio debe dar sus primeros síntomas de nacimiento.

El tema no es sencillo. Nótese que este deporte se dio el lujo de dilapidar la era Vilas–Clerc. A partir de ese ejemplo, cualquier cosa puede pasar. Por entonces, en vez de aprovechar el envión, los dirigentes sólo se movieron para sentarse en sillas importantes durante las grandes batallas de Copa Davis en el Buenos Aires Lawn Tennis. Y después pasaron casi 20 años para que comenzaran a aparecer algunos resultados similares a aquellos.

El tenis argentino también se dio el "gusto" de dejar pasar el boom Sabatini y ahora la poco mediática pero extraordinaria carrera de Paola Suárez en dobles.

Desde el lunes no habrá ningún argentino entre los top ten, aunque Nalbandian lo sea más allá de los resultados y los rankings. En 2005, cuatro argentinos jugaron el Masters (Nalbandian, Coria, Gaudio y Puerta).

El equipo de Copa Davis ya no es favorito para derrotar a la accesible Austria, a pesar de haber arañado la Ensaladera de Plata en diciembre. Para el futuro, Juan Martín Del Potro parece ser el único capaz de romper el molde.

Todo parece reciclarse. La política deportiva no aparece, o más bien no existe. Y los éxitos sólo llegan a partir de talentos individuales. Por obra y gracia de la inspiración de los tenistas.