La coordinadora de Programas de Formación Docente del Instituto para el Desarrollo y la Innovación Educativa, de la OEI (regional Buenos Aires), reflexionó sobre algunos puntos claves en la formación docente y sobre la importancia que tiene trabajar sobre la biografía escolar de los estudiantes, “conocerla, reconstruirla y recuperarla, precisamente para darle un nuevo significado, en función de lo que hoy son los desafíos y las necesidades de la práctica docente”.

En relación con la incorporación de las TIC, consideró, entre otros temas, que “tendrían que atravesar la formación de los docentes, porque son lenguajes que tampoco pueden estar ausentes”.

Lo hizo en una entrevista publicada en Educared, donde mencionó que sus primeros trabajos están más orientados hacia una perspectiva histórica, fundamentalmente las dos tesis -de maestría y doctorado-, se escriben dentro de esta línea: “En la de maestría, intento reconstruir la historia del magisterio en Argentina, es decir, la historia del normalismo, la tradición social de la profesión docente, cómo se fue conformando el campo y surgiendo la preparación especializada para los docentes. La tesis de doctorado, a partir de la cual publiqué uno de los artículos que figuran en un libro de reciente edición, también se puede considerar desde una perspectiva histórica, pero ya no tanto centrada en la historia del colectivo profesional, sino en la de los sujetos”

“En ella me avoco específicamente a estudiar la biografía escolar de los maestros, es decir, todo su paso previo por el sistema educativo formal desde su condición de alumnos, sostenida en la hipótesis de que todo lo vivido y experimentado en una institución a la que en realidad vuelven a enseñar, siendo ya maestros o profesores, tiene un efecto significativo en cómo se conforma ese retorno. No quiero decir que ese factor determina, pero sí aporta un conocimiento vivencial que tiene un fuerte impacto”, mencionó la docente e investigadora.

“Durante este pasaje por el sistema escolar, maestros y profesores fueron aprendiendo maneras de ser y de comportarse en la escuela, mientras iban incorporando otros conocimientos más formalizados, cosas que realmente les pasaron a los sujetos, y con todo ese bagaje vuelven a la escuela para enseñar”, agregó.

Según Alliaud, “todo este pasado tiene un potencial formador, incluso a veces más fuerte que el peso que tienen los saberes formalizados, porque fue aprendido en situación; justamente, fue experimentado durante periodos largos de la vida y en momentos de importancia significativa en la conformación de la subjetividad de las personas. Porque se vivió, porque a uno le pasó y no porque se lo contaron.Entonces, con todo ese aprendizaje que no es formalizado, a la hora de volver a la escuela, donde el docente tiene que dar respuesta a las situaciones y a los problemas que se le presentan, muchas veces todo aquello que se vivió se impone sobre lo que formalmente se aprendió. Todos aquellos “otros” saberes tienen mucha importancia en la concepción de los sujetos en el presente y en la producción de sus propias prácticas”.

“Por eso –desde su visión- es importante conocer ese pasado, reconstruirlo. El pasado puede ser recuperado precisamente para resignificarlo, para revisarlo en función de lo que son los desafíos y las necesidades de la práctica docente en el presente. Porque muchas veces, estamos muy fijados a representaciones que fuimos construyendo, a maneras de relacionarnos, que no funcionan en la escuela hoy. Por eso es importante trabajar sobre ese pasado, ponerle atención, discutirlo y mirarlo a la luz de los desafíos que tiene la profesión en el presente. Desde ese punto de vista, la producción de este tipo de conocimientos intenta poner en alerta y aportar el significado de un pasado escolar que, en la investigación, fue recuperado desde las voces de los mismos docentes para, precisamente, trabajar en espacios de formación profesional”.

En algunos artículos Alliaud señala la necesidad de una formación básica, común a todos los docentes: “una formación que rescate la especificidad del oficio: la enseñanza. Creo que hoy por hoy la práctica docente se caracteriza por tener altos niveles de complejidad, no solamente en la acción de enseñar a determinados sectores sociales o a grupos de determinada edad, sino que, como digo en otros trabajos, se está comprobando que hay una interrupción generalizada en los procesos de la enseñanza y transmisión cultural. Por eso hay que pensar en una formación que prepare para poder enseñar. Y esto implica una serie de conocimientos formalizados, actualizados, que abarquen las disciplinas básicas, y otras que aporten conocimientos sobre los sujetos, la sociedad y demás. Creo que la formación docente tiene que incorporar los aportes fundamentales de las disciplinas básicas que el maestro debe enseñar, no sólo los contenidos sino también las metodologías. Por eso estoy de acuerdo con que se haya vuelto en los nuevos diseños curriculares a los enfoques disciplinares, en el sentido que justamente aportan los contenidos que el docente tiene que saber. El docente tiene que saber lo que va a enseñar. Esto es muy importante”.

“Otro aporte significativo –agrega la investigadora- son las disciplinas políticas, sociológicas y culturales para formarlo como transmisor cultural. Aunque no es lo mismo dar antropología cultural en la carrera de Antropología, que en una de Formación Docente. Estamos formando docentes que lo que tienen que asegurar en estos escenarios complejos actuales, más que nunca, son los procesos de enseñanza y transmisión”.

“Por otra parte, pensar que en una etapa (o un espacio) el docente aprende determinados contenidos y en otro momento practica, no alcanza hoy para formar a un docente. Tiene que haber instancias de práctica, pero fundamentalmente toda la formación tiene que estar al servicio de la enseñanza. Esto me parece crucial porque muchas veces, y más que nada cuando la formación se va haciendo más compleja, esto se olvida y pareciera que sólo tendría que ser una preocupación del profesor de práctica".

"Hay muchas formas de preparar a un docente que tiene que enfrentarse con los problemas cotidianos y tomar decisiones ante las situaciones que su propia profesión le va a presentar. El hecho de entrenar y acostumbrar a los docentes a afrontar situaciones prácticas es hoy, más que nunca, un desafío: que la propia formación pueda pensarse y desarrollarse a partir de las situaciones y problemas cotidianos que los docentes se van a encontrar. Porque si esto no ocurre, por más conocimientos, complejos o actualizados que tengan, si no podemos ponerlos en línea con las situaciones del aula o institucionales que hoy se generan en las escuelas, todo lo demás me parece que cae en un saco roto. Finalmente lo que encontramos muchas veces en las investigaciones, son situaciones en las que los maestros no saben qué hacer y eso los paraliza, los angustia o, en algunos casos, los pone hiperactivos en el sentido de forzar algo que no les sale. Es imprescindible aportar o considerar en la formación los problemas y las situaciones que se generan en la práctica”.

Alliaud expresó que “las nuevas tecnologías tendrían que atravesar la formación de los docentes, son lenguajes que tampoco pueden estar ausentes. Ocurre que, y aquí también están las diferencias generacionales, muchas veces los formadores no están del todo familiarizados con ellas; entonces, no están incorporadas en el conjunto. Que haya un espacio, donde se puedan aprender programas específicos, me parece muy bien; pero es desde los distintos espacios formativos que hay que aprovechar las nuevas tecnologías. Pero aquí tampoco resulta la imposición, porque aquél que no las tiene incorporadas en su vida cotidiana es muy difícil que las vaya a utilizar en un espacio de formación. Quien ni siquiera sabe, ya sea porque no le interesa o siente que no tuvo nunca la necesidad de aprender, le va a costar incorporarlas y va a poner una resistencia que no tiene sentido vencer. Aquí tenemos que apostar fuerte a las nuevas generaciones, las que están haciendo el pasaje, porque creo que va a llegar un momento en que la tecnología va a estar incorporada a la vida de las personas y la entrada a la formación va a ser mucho más natural, incluso el uso de lo que ya existe, porque estoy segura de que existe mucho más de lo que se aprovecha para enseñar”.

El conocimiento de las TIC y la tecnología educativa está incorporado parcialmente al curriculum de la actual formación docente, afirma la investigadora: “Insisto, creo que hay mucho más de lo que verdaderamente se aprovecha. A veces la escuela sigue funcionando de esta manera clásica, como un santuario alejado del mundo; como que afuera es una cosa y adentro es otra. Pareciera ser como que hay en ciertos lenguajes, ciertos usos, que muchas veces incluyen las nuevas tecnologías, que parecen ser legítimas afuera y no adentro. Creo que todavía no se termina de aprovechar todo el manejo que tienen las nuevas generaciones, respecto a las tecnologías, y que no hemos podido desplegar todo eso poniéndolo al servicio de la enseñanza. Me parece que ahí tenemos un gran desafío, sobre todo cuando uno piensa que lo que la escuela presenta muchas veces se aleja de las necesidades de los jóvenes. Ahí tenemos una puerta de entrada que aún no está aprovechada lo suficiente. Pero también, muchos docentes no saben qué hacer con eso y ante el no saber, la actitud más frecuente es la defensiva. Lo que no sé, lo rechazo…y ahí se agranda esta brecha de generaciones, entre docentes y alumnos”.

Fuente: Educared