El Instituto Nacional de Tecnología Industrial (Inti) es un organismo del Estado que viene trabajando desde hace tiempo en propuestas para intervenir en el mercado de los agronegocios y la producción agropecuaria.

Y si bien son una estructura gubernamental, tienen el respeto de los ruralistas que hicieron paro en las últimas semanas. Durante su visita a Canal 3, Pablo Orsolini, vicepresidente primero de Federación Agraria Argentina, se preguntó: “¿Por qué el gobierno nacional no consulta a técnicos del Inti que desde hace tiempo vienen trabajando muy seriamente en el tema con propuestas muy interesantes?”

El presidente del Inti, ingeniero Enrique Martínez, explicó a Rosario3.com que “el Estado, a través de una política de retenciones, se apropia de una renta extraordinaria de los pooles de siembra pero debería acompañar con medidas complementarias”. Entre otras alternativas, Martínez considera que “se debería volver al arrendamiento de tierras a porcentaje para proteger a los pequeños productores”. El actual esquema de arrendamientos en dólares y a tasa fija va en contra de la cultura histórica del campo argentino y de los chacareros”.

El ingeniero Martínez entiende que un arrendamiento a tasas fijas, en dólares y por adelantado como se exige ahora, "hace que los pequeños productores no alcancen a reunir las cantidades que se deben pagar por adelantado, cosa que no sucedería con un arrendamiento a porcentaje donde se comparten los riesgos y se paga una proporción de lo cultivado una vez levantada la cosecha".

“A diferencia de la producción industrial, la producción agropecuaria se funda en un factor de producción como la tierra, no ampliable, cuya propiedad otorga derechos de renta per se”, agrega.

Para el titular del Inti, la tradición del campo argentino es que la existencia de grandes extensiones en manos de poca gente convirtió en arrendatarios a quienes, disponiendo de pequeñas superficies o de ninguna, se equiparon para trabajar campos de terceros asumiendo parte del riesgo agrícola.

“Hay una convergencia de dos factores, sin embargo, que han cambiado totalmente el perfil productivo agropecuario, en los últimos 20 años. Por un lado, la muy rápida difusión de la siembra directa que minimiza las labores necesarias y permiten trabajar grandes superficies en mucho menor tiempo que hace dos décadas. Por el otro la aparición de capitales financieros ajenos al campo, pero que basados en la mayor predictibilidad de los actuales sistemas de siembra y cosecha y en la asociación práctica con empresas de labranza”, explica Martínez.

El especialista considera que la irrupción acelerada de estos capitales pudo ser posible asumiendo mayores riesgos que los arrendatarios tradicionales. “En lugar de pagar un porcentaje, debieron pagar – y pagan – sumas fijas por hectárea, eliminando todo riesgo en cabeza de los dueños de la tierra. La muy alta rentabilidad atrajo inversores, aumentó la renta de la tierra y luego el valor de la tierra, de manera nunca vista antes en nuestra historia”, dice y concluye con que “siempre hubo propietarios chicos y grandes, pero el actual modelo de producción rompió la relación entre el capitalista agrario y la tierra. La instalación del capital financiero como el dinamizador de la producción agropecuaria provoca infinidad de distorsiones negativas, que cualquier programa sectorial debe intentar corregir”.

Para el titular del Inti, “las compensaciones a los productores son una medida conyuntural para que el eslabón más débil no termine estrangulado entre el valor de la tierra y los precios internacionales de los productos agropecuarios”.

“El Estado interviene porque en una cadena de valor el más fuerte impone las reglas”, agrega para justificar las retenciones como modo de no dejar al azar de los pooles de siembra el mercado de producción agropecuaria.