Fue uno de los principales temas de la agenda rosarina: la polémica instalación del boliche Esperanto en la céntrica esquina de Presidente Roca y 9 de Julio. Todos opinaron. Todos repitieron una y otra vez la palabra: esperanto. Pero pocos saben que la ciudad tiene desde 1934 una Asociación Rosarina de Esperanto, dedicada desde entonces a la divulgación de un idioma universal creado en el siglo XIX, por un polaco que soñaba con un mundo más sencillo y mejor comunicado. 

La sede está en una oficina en el Pasaje PAM, la mítica galería de Peatonal Córdoba al 900. Allí, un pequeño grupo de esperantistas, sostiene el sueño de Lázaro Zamenhof, un oftalmólogo polaco, de la ciudad de Bialystok, donde se hablaban cuatro idiomas diferentes. Fue por eso que tuvo la genial idea de crear una lengua sencilla, para que todos adopten como segunda, después de la materna. 

En la primera mitad del siglo pasado logró su pico de popularidad, sobre todo en los paises del este europeo, pero también llegó a Estados Unidos, China, Brasil, y finalmente a la Argentina. Sin embargo, como casi todos los pueblos latinoamericanos hablan el mismo idioma, el interés siempre fue menor que en el resto del mundo. 

El principal éxito de Zamenhof fue construir una lengua a partir del Latín, a diferencia de los idiomas creados por Tolkien, el klingon, o cualquier otra lengua creada desde cero. El otro pilar fue la sencillez, hay sólo 16 reglas, y con ellas basta para aprender, en sólo un año, a hablar con fluidez. 

Esperanto significa esperanza en esperanto, y el futuro es bastante prometedor para los esperantistas. Durante el 2014 Buenos Aires será sede del 99 Congreso Universal, y esperan que este evento les de un nuevo empujón hacia el sueño de convertirse, por fin, en el segundo idioma del mundo.