Ciro Seisas / Ricardo Robins / Lisandro Machain

El refugio de los caballos que están fuera de la ley no queda en el lejano oeste sino en el extremo sur de Rosario. Aunque la frase suena anacrónica, describe lo que ocurre con los animales que se secuestran en los operativos de Control Urbano de la Municipalidad. Esa dirección es la encargada de fiscalizar que los animales implicados en la tracción a sangre cuenten con su chip reglamentario y estén inscriptos en los registros oficiales. Todos los equinos que no cumplen esos requisitos –se estima que unos 150 sobre un universo de más de 2000 que sí fueron anotados– son secuestrados y llevados a un corralón que está ubicado en Ovidio Lagos pasando Circunvalación (camino viejo a Soldini).

Por esa acción de control, ese predio de unas 50 hectáreas duplicó desde fin de año a la fecha la cantidad de animales que contiene y son más de 100 en la actualidad. Sólo en el último mes se remitieron diez equinos sin el chip.

Cuando se detecta una irregularidad, algo está claro: el dueño se quedó sin su equino. Pero, ¿qué pasa con ese caballo, a dónde va a parar, que hace el municipio con todos esos animales?

Las respuestas, en el informe que acompaña esta nota y que indaga también en los riesgos de robo de los caballos secuestrados, el desconocido rol de los arrieros en la ciudad, el destino que la Municipalidad busca dar a esos equinos y los proyectos para mejorar todo el circuito de control y cuidado.