Desde el nacimiento de la patria, Entre Ríos y el resto de las provincias mesopotámicas estuvieron marginadas del desarrollo y de la construcción de obras de infraestructura por causa de las hipótesis de conflicto con el Brasil.

Esas teorías indicaban que ante una eventual invasión de nuestro vecino, los ejércitos extranjeros no debían disponer de rutas, puentes y demás infraestructura que le facilitase el desplazamiento.

Debido a esas hipótesis de conflicto, Entre Ríos sólo se vinculaba hasta mediados del siglo XX con el resto del país mediante un vetusto sistema de balsas y lanchas, que transportaban camiones, carga y pasajeros en general.

Esta situación comenzó a revertirse el 15 de junio de 1960 cuando los gobernadores de Entre Ríos, Raúl Uranga, y de Santa Fe, Carlos Silvestre Begnis, firmaron un tratado interprovincial para construir un túnel subfluvial que comunicara a las capitales de ambas provincias.

Sin embargo, Uranga y Silvestre Begnis tropezaron con un inconveniente no pensado: el río pertenecía a la jurisdicción nacional, y al gobierno federal de entonces no le interesaba invertir en semejante obra.

La necesidad de terminar con el aislamiento de la Mesopotamia obligó a ambos mandatarios a encontrar una solución que permitiera superar este grave escollo.

Finalmente se concluyó que el río pertenecía a la Nación, pero debajo del lecho, a determinada profundidad, el territorio era de las provincias.

La ingeniosa alternativa posibilitó que Entre Ríos y Santa Fe se lanzaran en solitario a construir la faraónica obra, única hasta la actualidad en Sudamérica.

Mientras los trabajos se desarrollaban penosamente para los erarios provinciales.

Finalmente, el 13 de diciembre de 1969 la colosal obra de ingeniería fue habilitada y se rompió con el aislamiento al que estuvo sometida Entre Ríos desde siempre.

Para reforzar todas las medidas de seguridad del túnel, sus constructores recomendaron prohibir el paso de camiones transportadores de combustibles, una medida que se cumple rigurosamente.

En consecuencia, el combustible sigue llegando a Entre Ríos a través del viejo sistema de balsas existente entre Paraná y Santa Fe o por el complejo ferrovial de Zárate-Brazo Largo.

Casi tres kilómetros bajo el Paraná

El túnel subfluvial de Paraná a Santa Fe tiene una longitud total de 2.939 metros, de los cuales 2.397 están entubados.

La obra consta de 36 tubos de 65,45 metros de extensión y de uno de adaptación, de menor longitud.

Cada tubo tiene un diámetro interior de 9,80 metros, un ancho de calzada de 7,50 metros, con dos trochas de circulación vehicular, y una altura libre desde la calzada hasta el cielorraso de 4,41metros.

El espesor de las paredes es de 0,50 metros, más una impermeabilización exterior de resina poliester reforzada con lana de vidrio.

Debido a que el viaducto está enterrado en el lecho del río, el tubo que está colocado a mayor profundidad se sitúa a 30 metros por debajo del espejo de agua.

La seguridad dentro del ducto esta controlada por una sala de comandos que dispone de una red de altoparlantes, circuito cerrado de televisión, sistema de ventilación, teléfonos y un sistema de protección contra incendios.

Fuente: Télam