No hay montañas, ni mar y tampoco grandes playas. ¿Pero quién dijo que para encontrar relax no se puede veranear en Santa Fe? En la geografía de la región se puede disfrutar del turismo rural, una tendencia que crece.

Un paseo en sulky, una cabalgata, un asado a la estaca, bailes, tragos y comidas regionales en alguna antigua pulpería, la internación en arroyos y riachos para pescar surubíes, amarillos, patíes, armados y bogas. O simplemente una siesta a la sombra se convierten en la oportunidad ideal para desconectarse, descansar y disfrutar el aire fresco del campo.

El turismo en pueblos rurales avanza a paso firme en el país desde hace tiempo y cada vez suma más adeptos. Aunque en el imaginario predomina la idea de que hacerse una escapada a una estancia en el campo es caro, hay múltiples oportunidades para pasarla bien y abaratar costos.

El agroturismo, toda una tendencia

Esta rama del turismo ofrece al visitante una estadía al tiempo libre con los elementos propios y tradicionales del campo. Es una forma de conocer el patrimonio histórico y cultural, la naturaleza, la gastronomía regional, el folklore y las tradiciones que constituyen la identidad de una determinada comunidad rural.

Para Adriana Marconsini, de la dirección del Instituto Superior de Hotelería y Restaurateur (de bulevar Oroño al 400) “es notable como evolucionó este tipo de turismo en estos últimos años”.

La especialista atribuye este fenómeno a que “el turista busca un descanso unido a lo que es el panorama cotidiano del lugar donde se desarrolla un determinado tipo de vida”.

Es que quien opta por este tipo de turismo elige, sin lugar a dudas, vivir lo más parecido a los lugareños. Participar de las actividades cotidianas del campo que hacen a la producción: carneadas, yerras, tareas de ordeñe, arado, fabricación realimentos típicos, arreo de animales, entre otras.

“En nuestra zona agropecuaria es común que los turistas persigan el objetivo de compartir con el dueño de la estancia la forma de vida, los productos típicos de la región, los derivados de la soja, del trigo, compartir la vida”, asegura Marconsini.

Así, el visitante se mezcla por un rato con el habitante de la zona y mete las manos en la masa para trabajar a la par de los que viven en la región.

En cuanto al perfil de estos visitantes la titular del Instituto Superior de Hotelería y Restaurater –que tiene al agro turismo como una de sus especialidades– señala que “se trata de gente de la ciudad que por tener una intensa vida urbana se interesa por este tipo de turismo y busca aprender desde como se ordeña una vaca, hasta el calendario de la siembra pasando por un asado campestre”.