1) El título no es original. Es el nombre de un libro de Chesterton, el gran escritor inglés admirado por Borges. Esta nota va a copiar de ese libro, siguiendo el sentido del título, las paradojas, las contradicciones, el absurdo risueño o trágico; que suele ser la vida humana. Sólo que para nosotros va a tener más importancia la vida política. En nuestro país, desde hace demasiado tiempo, tiene más jugo para la contradicción que la vida en seco. Por ejemplo, en el hábito diario no se escucha decir “lo corto largo”, “el gordo flaco”, “la negra blanca”. En el hábito político es la regla, lo reiterado, lo cotidiano. Hace más de medio siglo es –entre los argentinos– una endemia. Eso quiere decir una epidemia que se ha aquerenciado tanto con el territorio donde reina, que ha convertido ese espacio en su patria. Hasta los filósofos de esquina saben que cualquiera sea el grado de malestar, siempre se puede empeorar. Nosotros somos un ejemplo. Cultivamos, como exquisitos, la enormidad de invitar a un presidente extranjero para insultarlo; nombrar como funcionarios a violadores e incendiarios; agasajar, en el Salón blanco, a delincuentes confesos. Entre nosotros, las enormidades son tratadas como minucias y las minucias son enormes. Los griegos se sentirían defraudados: comprobarían que el formidable invento de la lógica no cuenta para nosotros.
2) Fue Leonardo el que dijo: “El misterio del mundo es lo visible”. Lo dijo porque existe una manera bastante generalizada de no querer entender lo que se ve. Por ejemplo, cuando hace algunas décadas millones vieron por televisión cómo el hombre posaba sobre la superficie lunar su planta no tenían conciencia de que la humanidad cerraba un ciclo histórico y comenzaba otro. Algo así como la caída de Constantinopla o la Bastilla. Con la elección de un Papa polaco, después de cuatrocientos años de elegir italianos en la iglesia Católica, sucedió algo similar. En ese momento empezó la caída del muro de Berlín que se efectivizaría muchos años después. Hay que desarrollar la capacidad de esperar lo inesperado. Heráclito dijo: “El que no espera lo inesperado no lo reconocerá”. En estos días, hay millones, en nuestro país y en el mundo, que siguen por los medios de comunicación la campaña como candidato presidencial por el partido Demócrata en Estados Unidos de Obama. La campaña, el éxito relativo y la posibilidad concreta de competir o de ganar la presidencia del primer país del mundo, es para muchos de esos millones, una curiosidad extra, porque Obama es negro o seminegro. Es mucho más que eso. Es una esquina de la historia contemporánea y si ocurre, todos vamos a doblar por ella. No es una minucia; es una enormidad.
3) Nunca supe por qué mis padres me habían puesto Helvecio como segundo nombre. Hasta que no hace mucho, leyendo una biografía del filósofo suizo que lleva ese nombre, me encontré con este pensamiento: “Los seres humanos no nacen estúpidos; nacen ignorantes. Es cierto tipo de educación lo que los vuelve estúpidos”. Pensé que mis padres me habían querido vacunar contra una técnica pedagógica parecida. No soy un determinista y tampoco creo que los números o los nombres nos marcan definitivamente pero prendiendo las pantallas de televisión y escuchando los comentarios de la radio, me doy cuenta que existe una especie de “determinismo histórico” entre lo que se ve y se escucha y lo que sucede en nuestro mundo político. Los pedagogos saben que no educan sólo las escuelas. Que en la sociedad siempre han existido otros medios informales que hacen lo mismo. Es decir: que contribuyen a educar o extienden y profundizan la barbarie. En nuestros días los formidables medios de comunicación impulsan lo segundo. Lo que nos rodea, lo que nos acecha, lo que nos atosiga, tiene que ver con esto. Entre las aulas y los estudios radiales y de TV, ganan estos últimos. Ese cierto tipo de educación, que decía mi tocayo, es el que nos ha convertido en lo que somos.
2) Fue Leonardo el que dijo: “El misterio del mundo es lo visible”. Lo dijo porque existe una manera bastante generalizada de no querer entender lo que se ve. Por ejemplo, cuando hace algunas décadas millones vieron por televisión cómo el hombre posaba sobre la superficie lunar su planta no tenían conciencia de que la humanidad cerraba un ciclo histórico y comenzaba otro. Algo así como la caída de Constantinopla o la Bastilla. Con la elección de un Papa polaco, después de cuatrocientos años de elegir italianos en la iglesia Católica, sucedió algo similar. En ese momento empezó la caída del muro de Berlín que se efectivizaría muchos años después. Hay que desarrollar la capacidad de esperar lo inesperado. Heráclito dijo: “El que no espera lo inesperado no lo reconocerá”. En estos días, hay millones, en nuestro país y en el mundo, que siguen por los medios de comunicación la campaña como candidato presidencial por el partido Demócrata en Estados Unidos de Obama. La campaña, el éxito relativo y la posibilidad concreta de competir o de ganar la presidencia del primer país del mundo, es para muchos de esos millones, una curiosidad extra, porque Obama es negro o seminegro. Es mucho más que eso. Es una esquina de la historia contemporánea y si ocurre, todos vamos a doblar por ella. No es una minucia; es una enormidad.
3) Nunca supe por qué mis padres me habían puesto Helvecio como segundo nombre. Hasta que no hace mucho, leyendo una biografía del filósofo suizo que lleva ese nombre, me encontré con este pensamiento: “Los seres humanos no nacen estúpidos; nacen ignorantes. Es cierto tipo de educación lo que los vuelve estúpidos”. Pensé que mis padres me habían querido vacunar contra una técnica pedagógica parecida. No soy un determinista y tampoco creo que los números o los nombres nos marcan definitivamente pero prendiendo las pantallas de televisión y escuchando los comentarios de la radio, me doy cuenta que existe una especie de “determinismo histórico” entre lo que se ve y se escucha y lo que sucede en nuestro mundo político. Los pedagogos saben que no educan sólo las escuelas. Que en la sociedad siempre han existido otros medios informales que hacen lo mismo. Es decir: que contribuyen a educar o extienden y profundizan la barbarie. En nuestros días los formidables medios de comunicación impulsan lo segundo. Lo que nos rodea, lo que nos acecha, lo que nos atosiga, tiene que ver con esto. Entre las aulas y los estudios radiales y de TV, ganan estos últimos. Ese cierto tipo de educación, que decía mi tocayo, es el que nos ha convertido en lo que somos.


