El accidente aéreo registrado este domingo, que dejó 49 muertos, agrava la crisis de la aviación y se suma a los complots desarticulados, los vuelos desviados y la intensificación de las medidas de seguridad de los últimos meses. Así, se pone fin al periodo bautizado como "el más seguro en la historia de la aviación estadounidense".

Desde el 12 de noviembre del 2001, cuando un avión de American Airlines se estrelló en el barrio neoyorquino de Queens y ocasionó la muerte a 265 personas, cinco de ellas transeúntes, no se había producido un siniestro de gran envergadura en EEUU.

El número de víctimas en los escasos accidentes aéreos ocurridos desde esa fecha ha sido muy inferior.
Veintiuna personas murieron en enero del 2003 en un avión de Air Midwest que se estrelló poco después del despegue en el aeropuerto Charlotte/Douglas (Carolina del Norte).

En diciembre del año pasado, un hidroavión operado por Ocean Airways se estrelló en Miami Beach, lo que ocasionó la muerte a los 18 ocupantes del aparato.

Pese a que los accidentes son escasos, las aerolíneas viven en un estado de alerta permanente ante la omnipresente amenaza terrorista.

El complot para atentar contra aerolíneas estadounidenses que desarticuló la policía británica en fase avanzada en Londres el pasado mes de julio es una de las pruebas más palpables de los riesgos que enfrenta el sector.
La operación se tradujo en medidas extraordinarias de seguridad y ha llevado a las autoridades aéreas a desviar varios vuelos desde entonces ante sospechas que no se han materializado.

El viernes, sin ir más lejos, las autoridades federales desviaron varios vuelos y aumentaron las medidas de seguridad en varios aeropuertos debido a siete incidentes separados.

Uno de ellos revolucionó el aeropuerto internacional de Houston (Texas), después de que un perro detectase residuos de material explosivo en la maleta de un pasajero que había volado desde Argentina