“Es el poder, estúpido…” (Parafraseando a Clinton sobre su visión del componente electoral que tiene “la economía” en los Estados Unidos)

El “7D” y el “8N” tienen a la toda la sociedad argentina expectante….por lo menos a la sociedad mediática o la consumidora de noticias…

Las conspiraciones están por todas partes, son fantasmas que se infiltran entre los unos y los otros. Y también se dice que no existen…pero que los hay, los hay…dicen los menos desconfiados.

Entre tanta “propaganda” a favor y en contra, los que tengan más uniformes sus filas serán los vencedores de esta puja del “marketing político”, porque de otra manera no se entiende como desde los detractores del Grupo Clarín, al día de mayor importancia para darle curso legal a la venta de algunas de los más de 300 medios audiovisuales que posee, se lo presentó como el día de la batalla final, emulando la importancia que el “día D” tuvo para con el desembarco a Normandía dando el golpe de gracia contra el régimen del III Reich.

Le escalonada de agravios, denuncias y contra denuncias, parecen no tener límites, y el odio está a flor de piel de un lado y del otro. ¿Por qué la odian tanto a la presidenta? ¿Por qué cualquiera que la contradice es tildado de traidor entre las filas “K”? ¿Por qué se escuchan cada vez más frases como “estos negros de m…”? ¿Desde cuándo los opositores no pueden opinar por no haber ganado las elecciones? Todo esto ocurre porque estamos inmersos en una lucha de corporaciones, la corporación política que gobierna al país, y la corporación mediática que desde hace décadas fija la agenda política nacional. Como ciudadanos tenemos que intentar salirnos de la línea de fuego, y pensar…

No todo es conspiración…hay gente con muchos argumentos legítimos en contra del gobierno, que no conspiran, y realmente no pretenden derrocar al régimen, sino modificarlo. Inclusive muchos opositores de hoy, circulaban por las filas de la transversalidad…o nos olvidamos los guiños de Binner a Néstor en su apogeo. Tampoco debemos olvidar los coqueteos “K” con Clarín. Esto me hace acordar a unas expresiones de Salvador Dalí en las que explicaba sus inicios en la pintura clásica contrastándola con su obra póstuma argumentando que “para pintar lo que uno quiere primero hay que pintar lo que quiere la gente”. En esta idea se resume la política, sobre todo la política en términos electorales, donde aglutinar voluntades significa prometer a todos el “oro y el moro”, para luego dar a cada cual lo suyo, solo si significa aumentar el poder y legitimidad del gobernante.

Pocos políticos han tomado decisiones “patrióticas”, inclusive en contra de sus propios interesas partidarios, o su propia subsistencia. La era de los “mártires” terminó a principios del siglo XX, y Néstor intentó ser uno, y la historia dirá si todos los monumentos y mausoleos que se construyeron ya en su memoria seguirán erguidos a lo largo del tiempo.

Si hacemos un análisis en retrospectiva podemos afirmar que los “K” fueron los gobernantes con menos legitimidad de origen, surgidos de una competencia democrática, sin un opositor proscripto, en toda la historia argentina. Y este factor los llevó a ser en sus inicios un gobierno de consensos, de construcción horizontal, de transversalidad, de legitimación continua. Sin embargo esta estrategia no perduró en el tiempo debido a la falta de compromiso y organicidad de la estructura política, debiendo volver a la fuente aglutinadora del “peronismo”, que sin dudas ha sido el movimiento histórico que mejor interpretó el “poder” y la “gobernabilidad” en esta República. Y resalto “esta República” porque no somos ni Suiza, ni Dinamarca, ni Hong Kong, ni Sudáfrica. Somos una república latinoamericana, con sus aciertos y desaciertos, para los que confunden a nuestra nación con una extensión de la cultura europea, nunca más evidente lo lejanos que estamos, y lo cercano que estamos a nuestros hermanos latinos.

Ese proceso hacia la transversalidad no prosperó en parte por culpa del “kirchnerismo”, y en gran parte por culpa de sus aliados naturales, que temieron verse en una alianza que los sometiera y dejara en segundo plano. En definitiva por cuestiones de poder. Ninguno estaba de acuerdo en ser conducido, sino prefirieron hacer su quinta, y ambicionar el poder por su lado…

La actualidad nos encuentra con un gobierno recluido en su círculo más íntimo, sin posibilidad alguna de generar consensos, solo de ganar elecciones, que no es lo mismo. El consenso se genera con el que piensa distinto, no con los que piensan lo mismo. Y a la oposición la encontramos igual que en el 2003, dubitativa, sin ideas, ni convicciones claras, solo con postulados generales y poco difíciles de confrontar o contrastar, ideas como “más seguridad”, “más diálogo”, etc. Y la disyuntiva es la misma, aliarse, negociar, y dejar que otro lidere, o recluirse, y seguir con su egoísmo patriótico pensando que cada uno es el mejor y dueño de la verdad.

Los conspiradores existen, y están por todos lados. Este “8N” tiene un sabor a un intento de un “17 de octubre”, pero sin líderes a la altura de las circunstancias, intentando disfrazar sus intenciones, diciendo que no apoyan al “8N”, pero van a la marcha, que es como decir “no tengo responsabilidades ni intereses políticos, solo soy capaz de acompañar, y no de liderar”. Peor aquellos que en vez de usufructuar políticamente el último cacerolazo, tomaron el “sayo” y se pusieron del lado de los “apuntados”.

La crisis política el 2001 con su evidente manifestación sobre la falta de representatividad tuvo un solo líder que supo interpretarla, lamentablemente actualmente tenemos muchos políticos, pero ningún líder. Los liderazgos deben apelar sobre todo a lo emotivo, dejar las cuestiones lógicas de lado que no conducen a nada, solo a conclusiones lógicas. Nuestros políticos para ser líderes deben entender el “poder”, sin poder no se construye, sin ambición de poder solo se puede ser oposición. Sin una oposición que construya poder y entienda porque a este gobierno lo vota más del 50% del electorado, seguiremos viendo conspiradores en cada sombra.

Muchos de los manifestantes del próximo jueves volverán a sus casas excitados por el baño de nacionalismo que sentirán, pero les durará poco. En este país es más fácil encontrar mil opositores que un voluntario a dar media hora por semana por su comunidad. Ojala el gobierno vuelva a sus bases transversales o surja de la oposición un liderazgo despojado de egoísmos que permita construir políticas sobre las bases del consenso que tiene el gobierno actual.