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En la habitación de la esquina, arriba del café del que se apropió casi como su casa, el reconocido escritor Eduardo D’Anna tiene la mayoría de sus libros. Del palo de la poesía, hace poco incursionó en la narrativa infantil, tal vez por sus nietos. Detrás de la puerta, una pared de repisas enteramente dedicada a la literatura de Rosario y Santa Fe. A eso fuimos.

¿Existe una literatura rosarina? “Mientras que no haya un trabajo crítico sobre la literatura de Rosario, no puede haber una literatura de Rosario”, responde tajante el autor de, si no el único, uno de los pocos trabajos sobre la producción literaria local, “Capital de nada”.

Asegura que para el escritor rosarino es muy difícil darse a conocer. Antes creía –y así lo reflejó en la obra citada– que ello se debía a la sombra que proyectaba Buenos Aires. Ya no lo concibe así, sino más bien a la ausencia de la crítica.

Por otro lado, cuestiona el valor que se le da al escritor por su ubicación en el mapa. “Yo no soy un escritor rosarino, soy un escritor”, aclara.

Con todo, de las repisas de detrás de la puerta sacó algunos libros que no hay que dejar de leer. 

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