Seguro le pasó a una amiga o un amigo: después de unas copas, empezó a hablar cada vez más alto. No, no se trata de una desinhibición producto del alcohol, sino que este último –mezclado o puro– nos ensordece.

A ver, si es una ebriedad grupal, el resto ni se entera de los gritos. Pero si vos sos el o la conductor/a responsable, lo habrás notado.

El efecto aparece desde las primeras copas –no es necesario estar borracho como un postre– y varía en función del individuo y el sexo. Los hombres pierden entre 2 y 9 decibelios de capacidad auditiva, mientras que las mujeres pierden entre 5 y 12 decibelios.

Tanto hombres como mujeres pierden capacidad auditiva en frecuencias de entre 500 y 1.000 hertzios, que es precisamente el rango de sonido en el que suele moverse la voz humana, destaca el portal Gizmodo.

“Cuando una persona toma unas cuantas copas, pierde parte de su sentido del oído. Eso hace que, cuando habla, no escuche bien sus propias palabras y crea que está hablando más suave de lo normal. Para compensarlo comienza a hablar en voz más alta. Es un mecanismo automático e inconsciente”, asegura el científico, autor y comentarista de la ciencia Karl S. Kruszelnicki en la web australiana ABC.

¿Pero cómo se relaciona el tímpano con el alcohol? Para el especialista, “la pérdida de audición puede deberse a un efecto tóxico directo, a un efecto anestésico, a una alteración de la presión osmótica, o a algo completamente diferente. Lo cierto es que no sabemos con exactitud a qué parte de la cadena auditiva afecta.”

Así, el alcohol podría actuar sobre los músculos que sujetan el tímpano, provocar algún efecto sobre la cóclea y hasta una distorsión en el área del cerebro.

Salud, aunque medida.