Un año plagado de festejos le espera al escritor colombiano Gabriel García Márquez, que hoy cumplirá 80 años y será protagonista de distintos tributos que incluyen proyecciones de films y documentales, la remodelación de su casa natal y la lectura pública de Cien Años de Soledad.
Si fuera devoto de los aniversarios redondos, el autor vivo más leído hoy en el mundo no debería olvidarse de este 2007, en el que además de su 80mo. cumpleaños celebrará los 40 años de la publicación de Cien años de soledad, los 25 de la obtención del Premio Nobel de Literatura y las seis décadas que median desde su primer cuento.
Los homenajes comenzaron hoy con una lectura pública de Cien años de soledad que se realizó en la Casa de América de Madrid y tuvo una duración de más de 16 horas.
En Cartagena –ciudad donde comenzó su vida de reportero y en la que vive buena parte de su familia– ya se agotaron los boletos para las películas basadas en obras de García Márquez que se presentarán en el Festival Internacional de Cine de Cartagena hasta el viernes próximo.
Más adelante, entre el 23 y el 24 de marzo, el escritor participará en la Fundación Nuevo Periodismo -que creó en 1994- de un homenaje que dedicará a Ryzard Kapucsinski, el periodista polaco al que el Nobel colombiano consideró el verdadero maestro de la profesión de la que se enamoró en su juventud.
Además, el Congreso de la Lengua Española que se realizará en Cartagena del 26 al 29 de marzo lo homenajeará con un ciclo de debates sobre su obra y le concederá la primera copia de una edición especial de Cien años de soledad, promovida por la Real Academia Española (RAE).
La historia de Macondo, el mítico pueblo de Cien años de soledad que sufrió –entre otros infortunios– una epidemia de insomnio, ya fue publicada en 35 idiomas y más de 30 millones de ejemplares, pero en la nueva edición –de 500 mil ejemplares– la RAE adicionará un glosario de 55 páginas para descifrar la riqueza del lenguaje de Gabo.
García Márquez nació en Aracataca, al pie de la sierra de Santa Marta, el 6 de marzo de 1927, porque su madre Luisa Santiaga Márquez Iguará viajó sola desde otro pueblo, Rioacha, a dar a luz en la casa de sus padres, a la que su marido había jurado no volver más, aunque a los pocos meses el deseo de ver a su hijo pudo más que el encono que siempre profesó a sus suegros.
"Nunca, en ninguna circunstancia, he olvidado que en la verdad de mi alma no soy nadie más ni seré nadie más que uno de los dieciséis hijos del telegrafista de Aracataca", dijo alguna vez Gabo refiriéndose a su padre, Gabriel Eligio García Martínez, que también era homeópata, poeta y violinista clandestino.
A los viejos habitantes de Aracataca, su lugar de nacimiento, todavía les cuesta creer que Gabito, el niño que hasta los nueve años vivió con sus abuelos Nicolás y Tranquilina, sea el mismo que en 1982 se alzó con el Premio Nobel de Literatura por sus relatos sobre las desventuras de un pueblito muy parecido al de ellos.
En el intento por desmenuzar el genio literario de García Márquez, conviene empezar por estrechar las distancias entre el joven tímido que abandonó los estudios de Derecho en la Facultad de Bogotá y el hombre ya maduro que eligió vivir lejos de su país natal porque reniega de la situación actual.
El inventario de recuerdos habla de comienzos poco concesivos en el diario El universal, de largas tertulias literarias que superaban la madrugada, de cajas de libros que llegaban periódicamente desde Buenos Aires para aliviar su talento sediento y de la La hojarasca, la novela que publicó con sus ahorros.
Y entonces sí, el relato se detiene invariablemente en 1967 para dar paso a la historia de Cien años de soledad, la obra que transformó su vida y la de toda una generación que creyó ver en ella una radiografía caliente del destino y las miserias de una Latinoamérica devastada por las dictaduras militares.
Cuando el manuscrito llegó a Buenos Aires por correo -en una decisión que obligó al escritor a empeñar un calentador, un secador de pelo y una batidora- fueron varias las editoriales que lo rechazaron antes de que Sudamericana decidiera publicarla, en un verdadero ejemplo de visión empresaria.
La novela se convirtió rápidamente en un éxito de ventas y García Márquez en referente clave del realismo mágico y en uno de los pilares del fenómeno conocido como boom de la literatura latinoamericana, en el que la crítica europea quiso ver una renovación de las letras de ese continente.
De esta época datan también El coronel no tiene quien le escriba, Ojos de perro azul, La hojarasca y Los funerales de Mamá Grande, obras que admiten en común el acercamiento metafórico a la realidad latinoamericana y la utilización de una técnica narrativa emparentada con la de Faulkner.
Con el tiempo, García Márquez ha demostrado que lo suyo no era relamerse infinitamente en las mieles del realismo mágico: así fue alejando de su estilo las metáforas de corte surrealista para acercarse a un formato en el que los componentes ficcionales se volvieron contingentes y accesorios.
Doce cuentos peregrinos, Del amor y otros demonios, Notas de prensa, 1980-1984", Noticia de un secuestro, el primer tomo de su autobiografía y la reciente Memoria de mis putas tristes, son las últimas informaciones que le ha otorgado al mundo literario.
Sus manifestaciones a favor de los derechos humanos, el repudio al racismo, a las dictaduras militares y al crecimiento de la violencia en las sociedades fueron algunas de las filosas dagas que arrojó el escritor, quien hace un par de años causó revuelo con un polémico manifiesto a favor de la legalización de la droga.