Los problemas nutricionales de la infancia en el mundo entero son gravísimos, desde los que afectan el ciclo vital desde el nacimiento a los dos años de edad como el hambre y la desnutrición hasta el sobrepeso que padecen millones de niños. Las soluciones, según los expertos están ligadas al cambio en los hábitos de vida.

Desde el Centro de Estudios sobre Nutrición Infantil (Cesni), el doctor Esteban Carmuega señala como el problema nutricional por excelencia de los infantes argentinos “todos aquellos que afectan el ciclo vital, desde la concepción hasta los dos años de vida”. “Son enfermedades que reciben distintos nombres, y que luego se arrastran durante toda la vida”, enfatizó el especialista, y agregó que “el segundo gran problema, que se inicia justamente cuando termina el anterior, es el de la obesidad infantil, que se extiende a nivel mundial”.

Y la cifra que grafica esta cuestión es alarmante: la cuarta parte de los adolescentes argentinos tienen sobrepeso, según el especialista, que habló de una “epidemia que crece cada vez más, y que responde al desbalance crónico que hay entre una menor actividad física y una alta densidad calórica en los alimentos que se consumen”.

A su vez, explicó que cada una de las dos situaciones mencionadas responden a múltiples factores y hábitos, entre ellos una reducción del tiempo del ocio con respecto a épocas pasadas, un menor gasto de energía y de consumo de frutas y verduras, alimentos que contienen cada vez más azúcar, y muchos otros.

Ante la consulta sobre la situación del resto de los países de América Latina, Carmuega señaló que toda la región está pasando por lo que se conoce como “transición nutricional”, un período que cada país atraviesa en un estadío distinto. “Al igual que Chile y Uruguay, en Argentina se registra menor mortalidad infantil, pero un aumento de los casos de desnutrición crónica y anemia, aunque en este último punto tenemos una enorme diferencia con Chile”, expresó el profesional, y especificó que, mientras en el vecino país sólo el 5% dde los niños presenta anemia, aquí se ve afectado un tercio de los infantes.

El especialista hizo especial hincapié en la necesidad de diferenciar entre hambre y desnutrición. En ese sentido, explicó que el hambre es la falta de comida y, por lo tanto, se resuelve con el suministro de la misma. Cabe mencionar que la hambruna se cobra 17 mil vidas diarias en todo el mundo.

En nuestro país son muchas las familias que pasan hambre, situación que no tiene justificación alguna, teniendo en cuenta que Argentina tiene un saldo neto exportador de alimentos en el que la disponibilidad promedio de energía es mayor de 3.200 Kcal/día.

“Hambre y desnutrición no son sinónimos y es riesgoso confundirlos, porque puede conducir a pensar que la desnutrición se resuelve con más comida. La desnutrición infantil es la condena que les impone la sociedad a los niños al limitar su derecho de ser todo aquello que hubieran podido ser”, precisó Carmuega durante la conferencia, y continuó: “La desnutrición se resuelve comprendiendo las necesidades particulares de cada etapa del ciclo vital, estimulando prácticas de crianza que promuevan un mejor crecimiento y desarrollo, asegurando una alimentación adecuada para mujeres en edad fértil, embarazadas, nodrizas y niños”.

Con respecto a las cifras que ilustran la problemática, el especialista señaló que cada año nacen 50 mil niños con bajo peso y alrededor de 174 con un peso que la OMS considera insuficiente. Nacer con un peso inadecuado implica no sólo perder masa corporal (alrededor de 5 cm de altura final, 5 kg de fuerza en las manos, 5 puntos menos en el cociente intelectual promedio), sino también perder la flexibilidad de adaptación de nuestro metabolismo, lo que nos expone a un riesgo 50% mayor de padecer enfermedades crónicas en la vida adulta, las mismas que hoy representan una pesada carga para nuestros desbordados sistemas de salud (diabetes, enfermedad cerebrovascular, hipertensión, enfermedad cardiovascular).

El bajo peso de la madre al inicio del embarazo, su mal progreso y el fumar -todas causas prevenibles con un adecuado control prenatal- explican la mitad del riesgo de que un niño tenga bajo peso al nacer.

A nivel de todo el país, el promedio del peso de nacimiento descendió más de 30 gramos en la última década. Nacer con bajo peso es una de las principales causas de no crecer bien en la primera infancia. A este fenómeno se lo denomina desnutrición crónica y, si bien se mide como un retraso en la talla, debería entenderse como la cicatriz en el crecimiento que deja la falla de una adecuada nutrición temprana.

Fuente: Diario Hoy