Con el rostro enmascarado y el cuerpo envuelto en un mameluco los guerreros se mueven a través de un espacio verde de lo más parecido a un bosque. De manera sigilosa para no ser descubiertos por el adversario, aguzan todos los sentidos para ver a su oponente antes y siempre atacar primero. Recién cuando el enemigo se acerca abren fuego y disparan. Así comienza la práctica del Paintball, una tendencia de las grandes empresas para fomentar el trabajo en equipo de sus empleados y el alcance de los objetivos de venta.

 

El Paintball surgió en Australia en la década del ‘80, cuando los ovejeros marcaban sus rebaños para saber que ovejas tenían que ser esquiladas. Esa tarea la llevaban adelante con pequeñas bolas de pintura disparadas con escopetas marcadoras propulsadas por gas.

 

Actualmente el campo de batalla donde se desarrolla esta práctica  –basada en estrategias y tácticas propias de la guerra– simula ser el del mercado. Ahí, los guerreros, que están armados con pistolas cargadas de pintura, se enfrentan con sus propios compañeros de oficina como posibles oponentes.

 

Aunque el sentido del Paintball se ata indefectiblemente a una combinación de los juegos infantiles conocidos como la mancha y la escondida, reeditado en nuestros días su significado cambia. Se convirtió en un ejercicio sofisticado y según los especialistas en marketing “logra aumentar la confianza en uno mismo, desarrolla una serie de capacidades laborales y al mismo tiempo que divierte ayuda a eliminar tensiones”.

 

En Rosario abrió sus puertas Paintballpark, en el predio de la ex Sociedad Rural (de 27 de Febrero al 2300), un espacio por donde ya pasaron varias compañías locales y multinacionales para hacer uso de las técnicas bélicas en pro del posicionamiento de sus productos y de la capacitación de sus grupos de venta.

 

 

En sus marcas, listos, ya

 

En la mayoría de los casos el juego se da entre dos equipos formados entre tres y seis integrantes, que luchan por capturar la bandera contraria mientras se les impide apresar la propia.

 

De ahí, que hayan crecido las compañías que desde sus departamentos de Recursos Humanos se convirtieron en adeptas a este juego de acción que requiere “de los jugadores el uso de su capacidad de liderazgo y sentido de la oportunidad”.

 

En el campo de batalla se aplica la táctica, la estrategia y la logística para resolver situaciones complejas, trabajando en equipo, negociando y cumpliendo al máximo los objetivos.

 

Cada participante se coloca una máscara, un chaleco de protección y una marcadora con bolitas de gelatina rellenas de pintura que estallan al impactar sobre el cuerpo del otro. Cada juego dura alrededor de 40 minutos y quedan eliminados quienes sean impactados por las municiones de pintura.

 

En la pista de competencia no sólo se despliegan como guerreros los empleados de las empresas, también cumple un rol fundamental el árbitro, que en la mayoría de los casos, es un jefe de personal o coordinador del grupo de trabajo.

 

El árbitro es el encargado del desarrollo del partido, y lo que hace es brindar fuerza a los jugadores, dicta las reglas del juego, incentiva la solidaridad, la decisión, trabaja sobre las debilidades y las fortalezas del grupo de trabajo.