Antes del descubrimiento del virus C en 1989 por un grupo de California encabezado por el Profesor Michael Houghton, los hepatólogos nos enfrentabamos con cuadros de un tipo de hepatitis crónica al cual no podiamos ponerle nombre y apellido pero que por las características de la biopsia hepática sospechabamos que se trataba de algo viral crónico. Esto ocurría en la década de los 80 y a esta forma de hepatitis crónica se la conocía como hepatitis No A No B postransfusional , porque en ese momento no pertenecia a ninguno de los tipos de virus ya conocidos (Virus A y Virus B) y aparecía llamativamente en el paciente luego de un par de meses de haberse realizado una transfusión de sangre.
Actualmente, debido a la difusión y sobre todo a las campañas realizadas en el mundo por parte de entes gubernamentales y no gubernamentales, la hepatitis C es más conocida y menos temida que hace varios años atrás. Hoy sabemos que existen mas de 200 millones de portadores en el mundo y que un alto porcentaje de los pacientes no hacen formas severas de la enfermedad.
La hepatitis C es una enfermedad viral que se caracteriza por producir un cuadro crónico y silente en el 80% de los casos. La forma aguda puede pasar desapercibida y curarse solo en un 20 % de los que la padecen. Las formas sintomáticas de presentación aguda dan ictericia (color amarillo de piel) solo en el 15 % de los pacientes; por tal motivo la mayor parte de los portadores del virus no tiene conciencia de estar infectados.
Es muy importante tener presente que toda persona que haya sido transfundida antes de 1993 (momento donde aparecieron las determinaciones del virus C en banco de sangre), debe ser chequeada para descartar la enfermedad. De la misma forma, todos aquellos que tienen alguna alteración en el laboratorio hepático, o personal de salud ( que trabajan con productos de la sangre), o adictos a drogas que comparten jeringas, etc.
El virus tiene una muy escasa transmisión por via sexual y de la madre al feto. El diagnóstico inicial se hace con un anticuerpo que tiene una alta sensibilidad y bajo costo y luego se confirma por un método más sofisticado y costoso (PCR para virus C).
La enfermedad una vez diagnosticada tiene que estudiarse virologicamente para saber que tipo de virus tiene el paciente (existen 6 genotipos de los cuales tres existen en Argentina) y que nivel de carga viral hay en la sangre. Con estos datos, sumado en algunas ocaciones al resultado de una punción hepática ( tejido para diagnosticar estadio de enfermedad), se decidirá o no un tratamiento. Este tratamiento en la actualidad se realiza con la combinación de las dos únicas drogas aprobadas para tal fin: Interferon más Ribavirina. Con este esquema se cura alrededor de un 55-60 % de los pacientes con genotipo 1 y un 80% de los genotipos 2 y 3.
El porcentaje de pacientes que refiere síntomas con la hepatitis C es muy bajo y solo el 30% relata una historia de astenia (cansancio) de larga data. Pero en realidad, si se utilizan los métodos diagnósticos antes descriptos, es muy difícil confundirla con otra enfermedad. Además en el consultorio y ante la sospecha de una enfermedad hepática crónica, se deben pedir varias determinaciones que en general logran diferenciar con claridad las diferentes posibilidades diagnósticas
Existen estudios en fase clínica en los que estamos participando, que utilizan un tercer fármaco administrado por vía oral, el cual se indica asociado al Interferon y Ribavirina. Estas nuevas drogas actuan inhibiendo una porción del virus que es la que utiliza para reproducirse y los resultados preliminares indican que la respuesta en genotipo 1 (la forma más resistente) puede llegar hasta un 70-75% de curacíón. (40% con el esquema convencional utilizado en la actualidad de Interferon Pegilado más Ribavirina).
A pesar de que estos resultados se muestran sumamente alentadores , estos nuevos compuestos no estarán disponibles en las farmacias seguramente hasta 2011. Sin embargo, estamos participando actualmente en estudios que se realizan concomitantemente con otros paises de Europa y Estados Unidos donde estos esquemas de tratamiento son utilizados tanto en pacientes vírgenes de tratamiento como tambien en aquellos previamente no respondedores a la terapia convencional.
El virus se transmite fundamentalmente por sangre. Esto significa que todo lo que este en contacto con ella y luego sea introducido al organismo a través de elementos cortantes , punzantes o directamente como transfusión puede contagiar la enfermedad. Sin embargo, el 40% de los contagiados por el virus C no pueden relatar un foco de infección. De este 40%, una gran mayoría de los portadores, seguramente fueron contagiados por el odontologo en épocas donde se desconocía la participación de estos virus en las enfermedades del hígado. Actualmente con las medidas de esterilización y profilaxis (estufa a 160 grados, material descartable, etc.) las probabilidades de contagio por esta via son prácticamente inexistentes.
El contagio sexual es raro, a pesar de que en algunos estudios se han encontrado fragmentos del virus en el semen. Es muy frecuente en el consultorio conocer parejas donde uno de los miembros es portador del virus y el otro no esta contagiado a pesar de varias décadas de convivencia. Un situación similar ocurre con las embarazadas, donde las probabilidades de la madre portadora de virus C de contagiar al feto no superan el 3%. Se ha establecido además que la reciente mamá puede amamantar sin riesgo de contagio.
Unicamente el 20% de los pacientes portadores de hepatitis crónica C puede evolucionar a cirrósis, por lo tanto si no hubo respuesta al tratamiento médico o el enfermo debutó con alguna de las complicaciones de la cirrósis la cual invalida la posibilidad de tratamiento con drogas, debe ser puesto en lista para recibir un transplante hepático. Esta intervención quirúrgica tiene actualmente excelentes resultados y el paciente goza de una calidad de vida similar al no transplantado. Por último, en un porcentaje alto de los pacientes la hepatitis C tiene buena evolución sin tratamiento porque se comporta como un portador del virus en sangre sin daño o con escasas evidencias de inflamación hepática.
La enfermedad es muy poco sintomática. Apenas un 30% de los pacientes suelen relatar algo de cansancio y un número menor, dolor en articulaciones. Por este motivo, es una enfermedad que debemos ir a buscarla y no esperar que se muestre con algún síntoma típico. Un hallazgo frecuente de laboratorio es encontrar las transaminasas elevadas (substancia que se eleva en sangre frente a inflamación hepática). Desafortunadamente, muchos médicos subestiman este dato y no solicitan sistemáticamente el virus de la hepatitis C frente a esta anormalidad de laboratorio. Por tal motivo es muy importante chequear en estudios de rutina el nivel de estos marcadores de inflamación hepática en forma sistemática.
Los grupos de riesgo están fundamentalmente representados por gente que trabaje con sangre o sus derivados. En ellos se incluyen enfermeras, médicos , bioquímicos, odontólogos , etc. A pesar de que el contagio por un pinchazo accidental no suele ser frecuente, es importante tener en cuenta que para este virus aún no existe vacuna ni gammaglobulina profiláctica, por lo cual debemos extremar los cuidados para evitar el contagio. Un sector aparte esta representado por los adictos a drogas endovenosas que comparten jeringas, donde el riesgo de contaminación por virus C es muy elevado y se suma a la posibilidad concomitante de adquirir una infección por VIH.


