La hipotermia es el descenso de la temperatura corporal por debajo de los límites normales, es decir, por debajo de 35 grados. Suele ser consecuencia de la exposición a temperaturas frías durante un tiempo prolongado, bien en el agua, bien en un ambiente frío, etcétera.

Temblores, liberación de hormonas para generar calor, son mecanismos del sistema de defensas del organismo para impedir más pérdida de temperatura.

Los más propensos a padecerla son los bebés, pues la capacidad de su organismo para regular la temperatura aún no está desarrollada totalmente.

En el caso de niños, en ocasiones, son los propios padres o madres los que les provocan la hipotermia. Muchos son los que, de forma errónea, cuando el pequeño tiene fiebre, tratan de bajarle la temperatura exponiéndolos a focos de aire intenso o sumergiéndolos en agua fría. En estos casos, el niño puede llegar a sufrir un shock por termorregulación –cambio brusco de temperatura.

¿Cómo detectarla?

Los síntomas de la hipotermia pueden ser muy variados según la gravedad. Temblores, extremidades frías, respiración y pulso lentos, dificultad de atención, rigidez muscular, confusión, somnolencia, suelen ser los más habituales.

En los bebés tenemos que centrar nuestra atención en si su piel está fría, en si están más callados o menos atentos de lo habitual y en si les falta el apetito.

¿Cómo prevenirla?

Hemos de evitar los ambientes demasiado fríos. Si esto no es posible, debemos abrigar bien al niño, con varias capas finas de ropa no demasiado ajustada, ya que podría impedir la circulación. Es muy importante cubrirles la cabeza –el 20% de la temperatura corporal puede perderse por esta parte del cuerpo.

También debemos cerciorarnos de que los pequeños comen y beben regularmente, ya que la ingesta de alimentos y líquidos les proporcionará energía manteniéndolos calientes.

¿Qué debemos hacer si se presenta?

Ante la sospecha de hipotermia en nuestros hijos, debemos tomarles la temperatura con precisión a intervalos frecuentes.

Esta medición ha de realizarse por el recto, no por la axila. La toma de temperatura axilar es poco fiable, ya que el valor registrado dependerá de la humedad de la piel, del tiempo de toma, etcétera. Además hemos de tener en cuenta que hay niños con temperaturas axilares por debajo de 36 grados, consideradas hipotermias fisiológicas.

Otra nota importante a tener en cuenta es que los chicos no tienen la misma temperatura las veinticuatro horas del día debido al ciclo circadiano, por el que registran las temperaturas máximas durante el día y las mínimas durante la noche.

No obstante, toda temperatura registrada por debajo de los 35 grados debe ser valorada por un facultativo. Hasta que esta valoración se produce, debemos:

- Aumentar la temperatura corporal del niño empezando por la parte central del cuerpo (pecho, cabeza, cuello e ingles). Para ello utilizaremos mantas o ropas calientes. En su defecto, emplearemos nuestro propio cuerpo, poniéndolo en contacto con nuestra piel.

- Si la hipotermia es debida a la inmersión en agua fría, sacaremos inmediatamente al pequeño del agua y lo envolveremos en toallas o ropas calientes.

- Mantener caliente la temperatura de la habitación donde se halle el niño.

- Si está consciente, darle dulces y bebidas calientes, evitando la cafeína, ya que su poder diurético contribuiría a la pérdida de líquidos.