No queda claro si se trata de un caso de falta de pericia o exceso de torpeza, pero la situación ventajosa que supone un tiro libre terminó en gol en el arco propio. Lo cierto es que la posibilidad de festejo terminó en amargura.

“La cancha estaba resbalosa”, se escuchó en el vestuario. Pero pocos creyeron no sólo cómo malogró la oportunidad sino la falta de reflejos del jugador para volver a tocar la pelota anular la jugada.

Lo único concreto son la imágenes. El jugador encargado de ejecutar el tiro libre resbala, pierde la pelota y la oportunidad es aprovechada por el rival, con amague y todo. Esto con el Doctor Bilardo no pasaba.