La patología varicosa acarrea síntomas muy molestos como sensación de pesadez y dolor en las piernas, cansancio, picazón, sequedad y calambres nocturnos, además del riesgo de padecer complicaciones más severas, como trombosis o úlceras venosas.

Aunque la insuficiencia venosa depende de muchos factores como el sexo, la edad, la carga hereditaria y el sobrepeso, la incidencia de este tipo de patologías aumenta día a día ya que el sedentarismo y el ritmo de vida actual agravan esta condición.

En una reciente investigación realizada en Argentina en el último año, el 21% de las mujeres mayores de 18 años manifestaron haber sufrido de pesadez de piernas, hinchazón, calambres nocturnos y dolor.

Las mujeres que sufren de insuficiencia venosa y várices no sólo se ven afectadas por razones de índole emocional, estéticas o psicológicas vinculadas con la apariencia. Las várices son dilataciones venosas circunscriptas, permanentes y difusas que se localizan, por lo general, en los miembros inferiores.

Se producen por un trastorno general de las paredes que pierden elasticidad y al dilatarse no vuelven a su calibre anterior. Los síntomas de esta insuficiencia crónica se deben a los estancamientos locales de la circulación sanguínea, generalmente inducidos por la insuficiencia de las válvulas de las venas.

Estos trastornos no permiten el adecuado retorno o circulación de la sangre hacia el corazón y producen una acumulación de sangre en pies y tobillos. El subsiguiente aumento de la presión hidrostática en pequeñas venas y capilares lleva en muchos casos a la formación de un edema y esto provoca la sensación de pesadez y dolor.

Si las venas varicosas y telangiectasias –comúnmente denominadas “arañitas” (que son venas dilatadas de un color rojizo-azulado)- no se tratan, pueden conducir a serias patologías como flebitis (coágulos sanguíneos en las venas), úlceras, sangrado, infección, cambios por estasis (especialmente dermatitis) y deterioro de las venas.

Fuente: Prosalud News