Se ha observado que los medicamentos que impulsan la actividad del mensajero químico conocido como norepinefrina dentro del cerebro han logrado aliviar los problemas cognitivos de ratones modificados para padecer síndrome de Down. Los descubrimientos, publicados en la revista Science Translational Medicine, sugieren un nuevo método para tratar la enfermedad. Varios fármacos ya existentes son capaces de dar impulso al componente químico o simular sus efectos, aunque ninguno se ha puesto a prueba aún en pacientes con síndrome de Down.

La investigación también refleja un conocimiento cada vez mayor de los sistemas del cerebro responsables de los problemas cognitivos de los pacientes con síndrome de Down, así como una mejora de los métodos para desarrollar tratamientos potenciales.

El síndrome de Down, que afecta a 5.000 recién nacidos en los Estados Unidos cada año, está provocado por una duplicación de un segmento del cromosoma 21. La gente con esta enfermedad tienen habilidades cognitivas más bajas de lo normal, y casi todos desarrollan signos de la enfermedad de Alzheimer al alcanzar la mediana edad. Aunque en la actualidad no existen tratamientos para los déficits cognitivos del síndrome de Down, una investigación reciente llevada a cabo en modelos animales de la enfermedad ha sacado a la luz una serie de candidatos.

“Este es uno de entre los diversos métodos potenciales identificados en los últimos dos años que sugiere que las pequeñas moléculas, o incluso los fármacos aprobados, se pueden utilizar para impactar positivamente la función cognitiva en el síndrome de Down,” afirma Roger Reeves, científico de la Escuela de Medicina de la Universidad Johns Hopkins de Baltimore, y que no estuvo involucrado en el nuevo estudio.

En el corazón de esta investigación encontramos una cepa de ratones con una duplicación de un segmento del cromosoma 16, que simula la genética de la enfermedad en los humanos—la región contiene más de 100 genes análogos a aquellos afectados por la duplicación del cromosoma 21 humano, y los animales muestran algunas de las mismas anormalidades cerebrales. Por ejemplo, los ratones tienen déficits importantes en el hipocampo, un área vital del cerebro para el aprendizaje y la memoria. Estas facetas también se ven impedidas en los humanos con síndrome de Down.

Los nuevos descubrimientos ayudan a identificar los impedimentos neurológicos provocados por el síndrome de Down, y muestran que los tratamientos con fármacos pueden ayudar a aliviar los efectos de dichos impedimentos. Según la investigación, los animales poseen signos de degeneración grave en una parte del cerebro llamada locus coeruleus, que proporciona el mensajero químico conocido como norepinefrina al hipocampo. Se cree que la norepinefrina ayuda al hipocampo a integrar distintos tipos de información, como por ejemplo la entrada de datos navigacional y sensorial, afirma Ahmad Salehi, científico de Stanford y autor principal del estudio.

Los ratones modificados tienen problemas con las tareas de memoria que requieren este tipo de integración. Por ejemplo, los investigadores enseñaron tanto a ratones normales como a ratones modificados a tener miedo de un tono particular mediante su asociación con una descarga eléctrica. Ambos ratones se paraban en seco cuando oían el tono, aunque los ratones normales también se detenían al ser colocados en la caja que aprendieron a asociar con el tono y las descargas, un fenómeno conocido como aprendizaje contextual. Los ratones mutantes no pasaron este test, y los niños con síndrome de Down poseen un déficit similar, afirma Salehi. “Si le pides a un niño con síndrome de Down que entre en una habitación por una puerta y que encuentre un juguete, basándose en un estímulo como por ejemplo el color, son capaces de encontrarlo,” afirma. “Pero si cambias la puerta por la que entran, y no les das el estímulo, les cuesta muchísimo más tiempo encontrar el juguete.”

Salehi y sus colaboradores descubrieron que estos problemas se podían invertir en los ratones mediante el suministro de un fármaco, que se convierte en norepinefrina en el cerebro. En cuestión de horas, “no había diferencia en el rendimiento entre los ratones normales y los ratones genéticamente modificados después del tratamiento,” afirma Salehi. Los efectos se disiparon a medida que los niveles de norepinefrina empezaron a bajar.

Fuente: Technology Review – MIT