Roxana Morduchowicz, doctora en Comunicación por la Universidad de París, especialista en culturas juveniles y autora, entre otros, del libro "Los chicos y las pantallas", postula que las nuevas tecnologías han transformado la manera en que los adolescentes forman su identidad, se relacionan con el otro, adquieren saberes, construyen conocimientos, incorporan aprendizajes y conciben el mundo.

Las pantallas modificaron la manera en que los chicos acceden a la información y se relacionan con los contenidos. “Los chicos del siglo XXI viven en un mundo de pantallas, poblados de tecnologías, donde navegar en internet es la principal actividad en su vida activa, desde que se levantan hasta que se acuestan. El primer uso de internet es las redes sociales, 9 de cada 10 chicos, de 11 a 17 años, tienen un perfil en Facebook o Twitter. El segundo uso es ver videos en You Tube y el tercer uso es utilizar internet para tareas escolares. A medida que la conectividad en los hogares se masifica y populariza, los chicos utilizan más Internet para hacer las tareas porque están en sus casas. En cambio, cuando no tienen Internet en su hogar y el chico tiene que ir a un cyber, usa ese dinero para los juegos o para estar en las redes sociales, no para hacer los trabajos escolares”.

La especialista sostiene que si bien hay un uso aceptado de las nuevas tecnologías, los padres y los docentes tienen temores respecto a cómo debe ser ese uso, tanto en las aulas como en los hogares. Existe la creencia entre los adultos que los chicos saben más de Internet y de computación porque nacieron con esa tecnología y ellos no. Siempre se escucha decir: “¿Cómo les voy a enseñar si saben más que yo?”: “Lo que hay que tener en cuenta es que si bien los chicos tienen un saber sobre la tecnología, es un saber instrumental. Saben cómo utilizar el soporte, cómo resolver problemas tecnológicos, porque pasan mucho tiempo con ella, probando ensayo y error, sin embargo, el sentido común, el criterio, la reflexión, la experiencia de vida, siguen siendo de los adultos. De ahí la frase ´cuando un chico navega por Internet la mejor brújula sos vos´. En definitiva, lo que tiene que hacer la familia y la escuela cuyo rol no ha cambiado es enseñar a pensar”.

La comunicadora explica que este fenómeno se da justamente porque la escuela aún no asumió su nuevo rol: “La escuela nació con Gutenberg cuando se creó la imprenta y se necesitaba una institución que enseñara a leer lo que la imprenta difundía. La escuela distribuía información, ese era su objetivo. Hoy en día, la información es lo que sobra, entonces la escuela no puede seguir con esa función, su principal desafío tiene que ser enseñar a pensar esa información. Enseñar a buscarla, identificarla, diferenciarla, construir opinión y compartirla. La escuela tiene que enseñar a procesar ese caudal de contenidos. Los chicos no pueden utilizar el primer sitio web que aparece en el listado del buscador para hacer la tarea. Hay que acompañarlos en las búsquedas y ayudarlos a diferenciar los contenidos más confiables”.

Sin embargo, Morduchowicz, explica que esto no quiere decir que el alumno no deba incorporar contenido: “Hay un cúmulo de información con el que el sujeto debe contar para poder analizar e interpretar, por ejemplo, necesitamos saber quiénes son los distintos candidatos políticos y sus plataformas partidarias, pero necesitamos saber qué significan esas plataformas. La información vale en la medida que aprendamos a codificarla para construir nuestro propio contenido”.

Consultada acerca de por qué más allá de todos los esfuerzos e innovaciones en materia educativa, aún los índices de deserción y repitencia escolar son altos y los adolescentes se entretienen más jugando a juegos en red en clase que realizando las actividades propuestas, la comunicadora explica: “La escuela es para el chico lo que un trabajo para un adulto. Por más interesante que sea su trabajo, un adulto va a estar más contento comiendo un asado en familia, yendo al cine o jugando al fútbol. En el caso del niño es igual. La lógica misma de la escuela no le resulta atractiva y no por eso tienen que eliminarse todos los códigos o formas. Obviamente se puede hacer la escuela más interesante y relevante pero no puede competir con otras prácticas fuera de la escuela”.

La especialista sostiene que todavía no hay resueltas ciertas cuestiones en cuanto a lo escolar y las nuevas tecnologías, sobre todo en cuanto a lo permitido y lo no permitido: “Hay discusiones vigentes en torno a si está bien el uso del celular en clase, sacarse fotos, la incorporación de las redes sociales como herramienta en una materia como hacen algunos docentes que abren perfiles de Facebook del curso y trabajan desde allí y utilizan el tiempo extraescolar para seguir interactuando. Son preguntas nuevas que se están planteando y deben analizarse según cada caso”.

Con respecto al mal uso que se hace de la tecnología en algunos casos Morduchowicz explica: “Cuando antes de internet se incorporó el diario en el aula, era toda una innovación y sucedió que muchos docentes lo utilizaron para subrayar sustantivos, adjetivos y verbos. De eso no se trata, porque eso es incorporar una nueva tecnología reciclando viejas metodologías. Entonces, del mismo modo lo digital puede potenciar el aprendizaje pero también hay que ver para qué y cómo se lo utiliza. Si los chicos realizan sus tareas en la computadora con el primer link que les aparece sin saber si la fuente es creíble, sin compararla con otras, estamos empobreciendo el uso de esa tecnología”.