Aunque parezca una broma, no lo es. Acción Ortográfica es una iniciativa de un grupo de jóvenes ecuatorianos que un día, cansados de ver frases y mensajes en las paredes y muros de su ciudad con innumerables faltas de ortografía y, en muchos casos, inentendibles, decidieron armarse de un bote de pintura y corregir los escritos. Eso sí, en rojo, al más puto estilo de los profesores tradicionales.

La brigada ecuatoriana de la Real Academia Española (RAE) está formada por tres amigos que tienen entre 30 y 35 años. Los jóvenes concedieron una entrevista al medio español El País, aunque no pudieron develar sus nombres porque la ley ecuatoriana sanciona con penas de cárcel a quien pinte grafitis en la calle.

“Sin embargo, pensándolo bien, acabar entre rejas es lo mejor que nos podría pasar. Igual así la gente se movilizaría y se preocuparía más por la escritura”, le dijeron a dicho diario. 

Los tres trabajan, uno es abogado ambientalista y los otros son diseñadores gráficos. Su método de actuación es simple: Cervezas. Observación. Corrección. Y foto. “Esto empezó como un chiste, como una burla, porque el grafiti es vandalismo y que alguien venga a poner orden a esta anarquía es medio irónico”.

El grupo comenzó a “intervenir” los grafitis de las calles en noviembre del pasado año, y hasta la fecha, ya corrigieron alrededor de 15 textos mal escritos. Pero las redes sociales tampoco escapan a su trabajo, y corrigen también tuits de diferentes usuarios. El proyecto resultó ser además inspirador para otros lugares, y la Acción Ortográfica saltó ahora el charco para instalarse también en Madrid, donde el grupo también está compuesto por tres personas.

Para difundir sus acciones, el grupo creó una página de Facebook donde publicar las imágenes de sus correcciones. En el caso de Madrid, cuyo trabajo como Acción Ortográfica se inició hace solo un par de meses, en enero, la red social elegida fue Twitter.

Pero en ambos casos, la intención final es la misma: corregir las faltas de ortografía de los mensajes que los viandantes ven a diario en las calles. Una labor social, al fin y al cabo, porque ayudan al escritor a que su frase cumpla con su propósito y además, evitan que quién vea los mensajes pueda adquirir palabras con errores ortográficos.